Conocido el afán desmesurado de Alenjandro Valverde por la competición, el Caisse D’Epargne le ha diseñado este año un calendario tan limitado que el murciano sólo ha competido en dos vueltas por etapas: la Vuelta a Murcia y la Dauphiné Liberé que, dicho sea de paso ganó las dos. También participó en unas cuentas etapas de la Challege de Mallorca y el Criterium Internacional, pero en ninguna sumó más de tres días de competición seguidas. El resto del calendario lo ha cumplido con carreras de un día con la única intención de llegar fresco al Tour.
Con ocho victorias en el zurrón su temporada está siendo brillante. Ganador primero de la cronoescalada de la Vuelta a Murcia y la clasificación general; vencedor poco más tarde de la París-Camembert y la Lieja-Bastogne-Lieja, se ha impuesto recientemente en la Dauphiné Liberé más en dos etapas y el Campeonato de España de Fondo, logros, sobre todo estos dos últimos, que han disparado sus acciones en la bolsa de cara al Tour de Francia.
Preguntado su compañero de equipo Chente García por la opciones de Valverde en el Tour no quiso lanzar las campanas al vuelo y trató de rebajar la euforia que se vive por su extraordinario nivel en la Dauphiné Liberé. “Hay que ser cautos” respondió ante la mirada asombrosa del entrevistador que como otros muchos parecía haberle otorgado la victoria en el Tour de Francia por el hecho de haber ganado la Dauphiné.
Nada se puede adelantar, pero conviene hacer un repaso a la historia más reciente para contrarrestar las opiniones excesivamente optimistas que estoy oyendo últimamente. Ganar la Dauphiné no es garantía de éxito en el Tour. Es más, parece contraproducente haber llegado al nivel máximo con tanta antelación . Le ocurrió a Christophe Moreau el año pasado, a Levi Leipheimer en 2006, a Iñigo Landaluce un año antes, a Iban Mayo en 2004 y a otros muchos más, incluso a Miguel Indurain en 1996. El propio Lance Armstrong, que mantenía un margen de maniobra amplísimo con respecto a todos sus rivales en el Tour de Francia, tan sólo se impuso en la Dauphiné en dos de las seis ocasiones en las que participó.
Al margen de esos datos, Alejandro Valverde tendrá que aprender a gestionar sus fuerzas con más inteligencia que lo que viene siendo habitual. Tiene la mala costumbre de provocar situaciones de carrera que no le crean más que problemas. Sigo sin entender a qué vienen, ni que fin persiguen, sus ataques en puertos en los que quedan más de 6-7 kilómetros para la cima. Cada vez que ejecuta ese plan, no muestra más que sus deficiencias , que es la resistencia en puertos largos. Valverde, tendría que dedicarse a aguantar a sus adversarios y fusilarlos con ese demoledor ataque que tiene en 500 metros. Es la estrategia que le llevó a batir a Lance Armstrong en Courchevel en 2005, y con la que debería intentar distanciar a sus contrincantes este año. Si sigue empeñado en ser aquello que no es, estará perdido.
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