La Vuelta está terminando, todos están contentos y orgullosos de nuestros corredores. Sólo se habla de lo buenos que son y lo mucho que han ganado este año. Se ha ganado el Giro, el Tour, el oro Olímpico y la Vuelta está apuntito. Todo eso es cierto, es una realidad, pero mi realidad es otra, la que viven muchos sufridos ciclistas de este país.
La temporada está prácticamente terminada, sobre todo en el campo amateur. Llega el momento de la verdad, de dar el salto al profesionalismo. Los corredores que han rendido a un buen nivel tratan de enrolarse en un equipo de la máxima categoría. Y es ahí donde chocan contra un muro, que desanima a cualquiera. No hay equipos. La estructura de Matxin pasa por momentos delicados, Caisse d’Epargne maneja capital frances, y Euskaltel Euskadi sólo pasa a corredores de casa. Los equipos no protour, los hay, pero creo que las condiciones económicas que ofrecen a los ciclistas en general dejan mucho que desear. Por eso y llegados a este momento, hay corredores que han brillado en la categoría de aficionados y no pueden dar el salto.
Tiene que ser duro, y más cuando hay corredores que lo dan todo por este deporte.
Evidentemente muchos han conocido en épocas anteriores grandes dificultades para dar ese paso, pero creo que hoy en día, el problema es más grande: No hay equipos. Por eso me hace gracia cuando presumimos de Contador, Valverde, Sastre, Samuel… La situación no es tan bonita, por lo menos, en un futuro no pinta bien. A algunos les es suficiente que el de Pinto gane, y gane, y gane…
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