Un esprinter sin victorias es como un jardín sin flores. No tiene gracia y pierde todo su encanto. Así se encontraba Gerald Ciolek hasta la segunda etapa de la Vuelta a España. Tan sólo había ganado una etapa de la Challenge de Mallorca en el mes de febrero. Ha pasado tanto tiempo que apenas nadie se acordaba de ello. Tanto tiempo que el propio Ciolek se encontraba a punto de la desesperación, sin saber lo que es, con una grave crisis de identidad.
Ciolek no es tan sólo un esprinter, tiene la resistencias suficiente para poder optar a otras cosas, como las clásicas. Pero este año no ha acertado ni con unas ni con otras. Liberado de la obligación de ser el lanzador de Mark Cavendhis el año pasado en el Columbia, cambió de equipo pensando en que podría llenar el hueco dejado por su compatriota Erik Zabel en el Milram. Quizás esa presión ha sido excesiva y ha podido con él, pero lo cierto es que no estaba cumpliendo, ni de lejos, con las expectativas que había levantado cuando logró el Cameonato del Mundo Sub-23 en Salzburgo y el Campeonato Alemán absoluto con tan sólo 18 años. Además se impuso en tres etapas de la Vuelta a Alemania en 2007 batiendo ni más ni menos que a Erik Zabel.
La victoria en la segunda etapa de la Vuelta a España no garantiza nada, pero debe servirle para recuperar la confianza perdida. Y también la velocidad que llevaba tiempo sin acreditar.
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