Ya lo hizo en la Paris-Tours el domingo y tres días antes en la Copa Sabatini. Y hoy ha vuelto a dar un auténtico recital en el Giro del Piamonte. En una semana tres victorias de prestigio. Ahí es nada. Es una buena noticia para el ciclismo. Mala para los italianos, que ven en él una amenaza muy seria para el Giro de Lombardia que se disputará el sábado.
Gilbert siempre ha estado llamando a la puerta de los grandes clasicómanos. Hace ahora unos tres años una revista especializada realizó una encuesta entre ex-ciclistas y directores de equipos y la mayoría señaló al belga del Silence-Lotto como el hombre del futuro en pruebas de un día. Su polivalencia no pasa desapercibida, pero su excesiva osadía tampoco. Gilbert ha sido un ciclista convulsivo que ante el menor impulso atacaba con virulencia faltasen 10 o 50 kilómetros para la meta. Gracias a eso sus éxitos han sido, aunque no numerosos, si muy vistosos. Al igual que sus derrotas que también han sido sonoras.
Pero no hay mal que cien años dure, y parece que Gilbert ha aprendido a controlarse. En vista de lo que ocurrió en la París-Tours se puede sacar esa conclusión, porque pese a ser uno de los principales favoritos actuó de forma magistral, cosa, también hay que decirlo, que es más fácil cuando se cuenta con su poderío físico y su actual confianza.
En ese estado de éxtasis afronta ahora el Giro de Lombardía, y un corredor que ha sido cuarto en la Liege-Bastogne-Liege y ha ocupado el mismo puesto en la Amstel Gold Race, está capacitado para ganar la última gran carrera del año. Los italianos que llevan ganando la carrera ininterrumpidamente desde el año 2000, deben estar preocupados. Muy preocupados.
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