Franco Ballerini (Florencia, 1964) ha fallecido en un accidente en un rally cerca de su Florencia natal, en Toscana, cuna de muchos y muy buenos vinos y ciclistas. Desaparece así uno de los integrantes de la excelente generación del 64, la misma que Miguel Indurain y Gianni Bugno, y aunque no tan conocido como aquellos, tan bueno como ellos en su especialidad, las clásicas. Sobre todo la París-Roubaix, carrera que ganó en dos ocasiones y en la que se despidió del ciclismo en 2001 tras 16 años de profesional (debutó en 1986).
Ballerini fue uno de los grandes clasicómanos de la última década del siglo pasado. No fue un corredor con un palmarés abundante en victorias, 17 en total. Otros de su generación pueden presumir de más triunfos, pero no todos pasarán a la historia como él. Ballerini fue protagonista de las disputas más bellas en la grandes clásicas del norte en sus enfrentamientos con Museuw, Tchemile, Van der Poel, Eric Vanderaerden, Ludwig, Tafi, Duclos-Lasalle, y otros muchos. Su elegancia ha quedado atrapada en la retina de muchos aficionados.
Cualquiera que haya rodado por el pavés sabe lo difícil que resulta muchas veces mantenerse encima de la bicicleta. Ir rápido es prácticamente imposible. Está sólo reservado para los más grandes. Y él lo fue. Uno de los grandes y seguramente el más elegante. Bien asentado en la bicicleta, con gusto, apenas nadie recordará haberle visto levantarse del sillín. Su fuerza descomunal le permitía mover grandes desarrollos sin trasmitir ningún tipo cansancio por ello. Con la mirada siempre al frente y el cuerpo erguido, lo único que se movían eran sus piernas, con una candencia que siempre parecía la ideal, ni lenta ni rápida, siempre eficaz. A veces parecía acariciar los pedales, tal ere la delicadeza con la que pedaleaba.
En su recordatorio no faltarán los títulos mundiales que ha logrado como seleccionador nacional de su país (cuatro) y el Oro Olímpico de Atenas con Bettini, pero yo siempre lo recordaré como uno de los ciclistas más elegantes y entregados sobre el pavés, uno de los pocos que ha demostrado que incluso sobre el más hosco terreno se puede pedalear con distinción y finura.
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