El tiempo dirá si he osado de valentía y me tengo que retractar, pero estoy convencido que Tom Boonen dejará este año el selecto grupo de los esprinters más rápidos. Cierto es que como de costumbre ha estrenado su casillero en el Tour de Qatar, en donde se impuso en dos etapas, y quizá no haya motivos para la alarma, pero ese análisis es demasiado superficial para ser tenido en cuenta.
Si analizamos su progresión, regresión habría que decir, en los últimos años, es evidente que está dejando de hacer honor a su sobrenombre de Tornado. Ya no es tan rápido como en el pasado, y por ende no gana ni con tanta facilidad y tanta asiduidad. Desde que se convirtió en uno de los iconos del pelotón, su número de victorias ha ido decreciendo: 18 en 2004, 15 en 2005, 22 en 2006 y a partir de ahí comienza a bajar de forma notable. Doce en 2007, 14 uno año más tarde y tan sólo siete el año pasado. Además una de las referencias más válidas para juzgar el nivel de un corredor es el Tour de Francia, donde el corredor belga no ha logrado ganar desde 2007 (en 2008 no participó). En la Vuelta del año pasado le pasó lo mismo, y cada vez que llegaban al esprint se veía superado por muchos corredores que poco antes no podían ni oler su rueda.
Pese a sus dos victorias en Qatar, hay datos significativos para afirmar que su velocidad punta ha decrecido. Pronto le ocurrirá lo mismo a su confianza y ya no podrá enfrentarse al loco mundo del esprint con las garantías que exigen los últimos metros. Como lo hizo en su día Johan Museeuw a Tom Boonen parece que le ha llegado la hora de centrarse exclusivamente en las grandes clásicas. Ahí si que podrá seguir reinando.
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