Todo el mundo merece una segunda oportunidad. En el mundo en el que vivimos, donde la rectitud de las personas siempre está en entredicho, es muy fácil resbalar ante las tentaciones del dinero y el éxito social, y por ello algunos, no todos por supuesto, que ven un atajo para lograr con la mayor prontitud el ansiado objetivo caen ante tal atracción. Pese a no ser muchos los corredores que han dado positivo, la pulcritud que exige una sociedad hipócrita provoca que esos casos sean en muchos casos más noticia que grandes victorias logradas con todas las de la ley.
Pero tampoco conviene mirar para otro lado ante un problema tan grave como el doping. El ciclismo profesional está bajo la mirada de una lupa extremadamente exigente pero para ganar la credibilidad pérdida así debe ser. Por eso han pagado su error corredores como Alexandre Vinokourov, David Millar, Michele Scarponi, Ivan Basso o Ricardo Ricco, todos ellos afortunadamente reciclados para el ciclismo de élite como demuestran sus logros y victorias. Habrá quien les niegue el derecho a reivindicar su cambio, pero no seré yo quien sin más pruebas que las sospechas ponga en duda su trasformación. Pueden y deben ser la imagen del cambio que ha dado el ciclismo en los últimos tiempos.
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