El ciclismo es un deporte maravilloso. Esa habrá sido la conclusión de los aficionados que hayan visto y disfrutado de la etapa de hoy. Independientemente de si gana uno u otro corredor, el ciclismo llega al corazón de la gente cuando se muestra en su máxima expresión. Ha sido el caso de hoy. En un recorrido muy exigente, con puertos aún no míticos pero que han llegado a marcar un antes y un después (Mortirolo) en el ciclismo, el ciclismo ha mostrado todo su esplendor gracias al esfuerzo de muchos corredores tremendamente implicados en su quehacer.
Todo ha sido maravilloso. El ataque, protagonizado por el Liguigas liderado por Iván Basso y Vicenzo Nibali, el presente y futuro del ciclismo italiano en grandes vueltas; y la defensa, táctica que ha llevado a cabo David Arroyo con una dignidad como en pocas ocasiones.
Aprica es un puerto menor, con porcentajes suaves que por si solas no decidirían nada. Pero al subir previamente el Mortirolo la cosa cambia. Vaya si cambia. Esa meta siempre ha sido escenario de grandes diferencias. Hoy también. Y en eso el papel del Liquigas ha sido decisivo. Las diferencias en meta han sido mayores que en el alto del Mortirolo, mucho mayores, lo cual nos da una idea muy clara de la importancia que tiene el endurecer la carrera para que así las pequeñas diferencias que existen entre los mejores se manifiesten con claridad. Si el Liquigas no hubiera endurecido tanto el ritmo en la subida al Mortirolo la mayoría de los adversarios de Basso hubieran aguantado en mejores condiciones el final en Aprica, porque hubieran llegado con más reservas energéticas y el líder del Liquigas, y su compañero Nibali y Scarponi, los tres más fuertes hoy, no hubieran sido capaces de revolucionar la clasificación general. Pero el ritmo ha sido tan frenético en el Mortirolo y en los kilómetros posteriores, que el esfuerzo ha llevado al límite de su capacidad a todos los corredores. Es ahí donde se notan las diferencias. Basso, sobre todo, y Nibali y Scarponi han llegado con más reservas al final de la etapa y por ello han podido mantener un ritmo muy alto en los kilómetros finales. El resto ha llegado con todas las alarmas encendidas y por ello no han tenido que reducir el ritmo. La ley del más fuerte se ha vuelto a imponer y no cambiará hasta el final.
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