No estoy para nada a favor de abolir los finales en los grandes puertos, pero tampoco estoy de acuerdo con aquellos que afirman que es ahí donde se ve el mejor ciclismo. Allí se ve la capacidad de los escaladores o de los hombres que luchan por la general, que a menudo son mejores que los propios escaladores puros. Pero el ciclismo no sólo son los grandes puertos, donde si no finaliza la etapa en muchas ocasiones se suben al tran-tran sin mayor espectáculo que el paisaje por donde discurre el recorrido. En cambio, los recorridos sinuosos pero sin tanta dureza extrema ofrecen un espectáculo difícil de igualar. Hoy hemos tenido un ejemplo en la Vuelta a Suiza.
Ha ganado Frank Schleck y se ha puesto de líder Tony Martin, que le ha quitado el puesto a Fabián Cancellara, segundo, ahora, a un segundo de diferencia. Franck Schleck es ganador en Alpe D’Huez y en la Grand Bornand, pero lo sabe hacer también en repechos de un kilómetro. No es imprescindible tener que subir a dos mil metros para disfrutar de sus cualidades. Ni de otros muchos corredores incapaces de ganar en las grandes cumbres pero que pueden estar a la altura de los más mejores escaladores en finales como el de hoy. La larga lista de los que se han clasificado inmediatamente detrás de él, corrobora esa opinión. Las etapas con finales sinuosos, difíciles de controlar, aunque no imposibles, permiten que entren muchos corredores en la lucha por la victoria, hecho que mejora notablemente el espectáculo. Además también sirven para ver las virtudes y defectos de muchos corredores. Que Cancellara no está a la altura del año pasado ni en la extraordinaria forma que demostró en las grandes clásicas del pavés. Que Armstrong está mejorando a pasos agigantados y muy concentrado en la carrera. Que Philipe Gilbert no está como en la Amstel Gold Race que ganó y ya sólo piensa en el mundial, carrera que preparará en la Vuelta a España. Que Roman Kreuziger (a no ser que haya tenido algún percance) sigue mostrando alguna duda. Y que muchos esprinters han tenido que hacer grupetto por la elevada velocidad que han imprimido los clasicómanos.
Todo eso sin necesidad de andar por las nubes que, en ocasiones, no conducen más que al infierno.
Aquí (me da lo mismo España que Euskalerria)históricamente sólo se ha valorado las grandes vueltas; pocos hemos seguido las París, Flandes…y la gente no sabe lo qué se pierden. Grandes atletas como “el gitano” Ducloss, Ballerinis…eran casi desconocidos para nosotros y sin embargo eran estrellas en sus países.
Estoy contigo en que el Tour no es sólo los finales en alto. Si algo hace grande al Tour es todo el Tour, la primera y “mísera” semana en la que no se gana pero se pierde la carrera, etapas de media montaña rompepiernas, más duras que las alpinas, sprines alocados con medias de 45km/h…Son etapas en las que se ven detalles que la gente no se percata: tácticas de equipo, trabajo en equipo, inteligencia de corredores, astucia de los mismos, abanicos, relevoos bien medidos…
Lo de los puertos y etapas de montaña…en fin, estoy harto de escuchar a gente que se supone entendida en la materia, que si este año no hay montaña, que si hay pocos finales en alto…
Finalizando. Bravo por los organizadores que están abriendo las carreras al espectáculo y a repartir el trabajo, a animar a que corredores de todos los estilos y características acudan a carreras abiertas…donde al final, los 21 días ponen a cada uno en su sitio, y casualmente, los grandes campeones acaban arriba siempre…
Agurrak denori