Fabian Cancellara ha resumido en una sola respuesta todo lo acontecido en el Tour de Flandes, una carrera que ha estado llena de imprevistos. “Pese a estar superfuerte siempre eres batible”, ha comenzado su justificación. “Subiendo el Kapelmuur he tenido calambres y teniendo en cuenta que todo el mundo ha corrido en contra de mi equipo y contra mi el tercer puesto es para estar contento. En el esprint he visto que Tom Boonen venía por detrás pero no sabía exactamente a que distancia, así que he tenido que comenzar el esprint demasiado pronto”, ha finalizado cabizbajo su contestación.
Como el propio Cancellara yo también pensaba que estando como está de forma hoy iba a ser imbatible. Hemos pecado por exceso. Está claro. Sobre todo él, que se ha creído todos los elogios que ha escuchado tras la exhibición del G.P. Harelbeke hace una semana. A Cancellara le ha engañado el corazón. Su cuerpo ha estado extraordinario. Hoy también. Ha sido el más fuerte, pero ha errado en el cálculo de sus fuerzas. Cuando aprovechando un pinchazo de Philippe Gilbert, primero Hushovd y luego, con más convencimiento Boonen, han desatado las hostilidades, Cancellara se ha precipitado sin ninguna necesidad. Quería dar una nueva exhibición. Se ha ido sólo a cuarenta kilómetros de la meta, una distancia que domina bien, pero no tenia necesidad de apisonar a sus rivales de esa forma. Hubiera sido más cómodo y lógico hacer los kilómetros del llano en compañía de los otros favoritos, que estaban dispuestos a colaborar convencidos en que también podrían vencer.
Todo iba según el guión, pero de repente, en el Kapelmuur, allí donde se han escrito algunas de las mayores gestas de esta carrera, el divino Cancellara se ha convertido en humano. Un corredor con el depósito vacío y calambres en sus portentosos músculos. Pese a todo ha tenido el coraje (fuerza no le quedaba) de llegar destacado junto a Sylvain Chavanel (extraordinario hoy) y Nick Nuyens, un corredor de perfil bajo pero buenas victorias. Creo que habiendo perdido la principal oportunidad para la victoria, Cancellara podría haber jugado con más frialdad dejando llevar la responsabilidad a sus dos adversarios pero una vez más se ha precipitado y ha sido batido por los dos.
No por falta de respeto, pero Cancellara hoy ha menospreciado muchas cosas. Primero a los principales favoritos queriendo ningunearlos a falta de 40 kilómetros. Luego a Sylvain Chavanel, que llevándolo a rueda le ha dado la oportunidad de recuperarse. Creo que hubiera sido mejor no esforzarse tanto en el llano y haberle atacado en el primer o segundo muro que han subido juntos. Tampoco ha tenido en cuenta a Nuyens, que hace dos semanas batió entre otros a Tyler Farrar en la prueba A Traves de Bélgica, una semiclasica que también se disputa en Flandes. Y también se ha olvidado de la historia que decía que Eddy Merckx, habiendo ganado en 1969 con más de cinco minutos de ventaja y siendo el único favorito en 1970, intentó llegar en solitario pero fue batido al esrpint por Eric Leman y Walter Godefroot.
Lo único que el suizo ha ganado hoy (y junto a él todos aquellos que confiabamos en su victoria) es una buena lección de ciclismo y una cura de humildad. Algo que le vendrá bien para el domingo que viene en la París-Roubaix, en la que estoy seguro no cometerá los errores de hoy.
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