A Philippe Gilbert le ha costado un poco comenzar a cumplir con todo lo que se decía sobre él. Eso no quiere decir que haya tardado en exceso porque aún tiene 28 años, edad teoricamente ideal para un ciclista. Lo que ocurre es que probablemente se habló de forma exagerada. Pero él está cumpliendo punto por punto con todo lo bueno que se decía. Sin duda es el clasicómano más versátil de todos, seguramente el único capaz de ganar cualquier clásica, incluída la París-Roubaix. Nadie, ni Fabián Cancellara, ni Tom Boonen pueden decir lo mismo. Las Ardenas o Lombardía tienen una orografía excesiva para su corpulencia.
Philippe Gilbert se está especializando en ganar a pares. Tiene dos París-Tours, la primera gran clásica que ganó. Otros dos Giros de Lombardía, y desde hoy cuenta con dos Amstel Gold Race, ganadas ambas de forma magistral. Hoy sobre todo ha dado una autentica lección se estrategia, porque el físico se tiene o no se tiene, pero leer las carreras correctamente y actuar de forma eficiente es otro tema.
La situación de carrera no era nada fácil. Era el claro favorito y todo el mundo sabe el riesgo que se correr en esas circunstancias. Que se lo pregunten a Fabian Cancellara. Había tres equipos con al menos dos corredores que podían ganar junto con Gilbert, que también contaba con ayuda pero el único que podía rematar la faena era él. Leopard contaba con Fuglsang y Andy Schleck; Rabobank con Gesink, Freire y Martens; y el Katusha con Joaquín Rodríguez y Kolobnev. Todos contra Gilbert. Se ha movido el catalán y lo ha atajado Vandenbroeck, compañero de Gilbert. Luego se ha ido, de forma muy peligrosa, Schleck. Ahí ha estado brillante Gilbert. Ha puesto a tirar a Vannendert, su compañero. Pero al ver que se les iba, el propio Gilbert ha dado algunos relevos, eso sí sin ahogar a su compañero. Cuando Vannendert no podía relevar, tampoco lo ha hecho Gilbert y ha pasado a la cola de grupo. Podría haber seguido tirando pero habría logrado dos cosas, ninguna positiva. Hubiera fundido a su compañero y él se hubiera desfondado para el beneficio de sus adversarios. Sin pecar se excesivo nerviosismo ha dejado que Vannendert se recuperara y ha vuelto a marcar el ritmo, y de ahí hasta la meta los únicos relevos que ha dado Gilbert han sido cuesta abajo, en los tramos en donde pese a su trabajo no acumulaba mucho cansancio. Todo un maestro.
Además se ha podido escuchar claramente que las decisiones de ordenar y animar a su compañero partían de él, no del coche, para que luego digan que los corredores son como ovejas. Una vez en el Cauberg y con Andy Schleck a tiro de piedra, su portento físico lo ha hecho todo. Ha manejado el tempo de la carrera a su antojo, como sólo lo hacen los verdaderamente grandes.
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