Que el ciclismo necesita cambios no escapa a nadie. Si quiere competir con otros deportes de más audiencia tendrán que cambiar algunas cosas. La etapa de Fiuggi, ganada por Fran Ventoso de forma espectacular ha ofrecido más de una pista, pues ha tenido un desenlace como para despertar de la siesta a no pocos aficionados que tiene preferencia por esa sana costumbre cuando no hay etapas de montaña de por medio.
Antes de nada quiero felicitar a los cinco hombres en fuga por haber acertado en su estrategia de guardar fuerzas para el final y poner en tan serios aprietos al pelotón que casi no logra alcanzar a Kristof Vandewalle, el más fuerte de la escapada. Al ver que la diferencia de los fugados descendía como una roca monte abajo habrán pensado que estaban rendidos, pero nada más lejos de la realidad. Habían reservado lo mejor para el final. Hoy no han logrado ganar, pero es la única forma de hacerlo.
Pero lo que quiero resaltar es la cantidad de ataques que se han producido en los últimos diez kilómetros. Ha sido bellísimo. Prácticamente han intervenido los integrantes de todos los equipos. Cada uno por su saldo, eso sí, que es la esencia más pura de este deporte. Ha habido un descontrol total en los kilómetros finales, hecho que ha favorecido el espectáculo.
La falta de esprinters puros en cabeza (sólo iban Ventoso y Petacchi), rezagados todos ellos por la ligera pero larga subida, ha permitido que aquellos corredores obligados normalmente a amarrar al pelotón se hayan lanzado en un sinfín de ataques alocados que, desgraciadamente, no estamos acostumbrados a presenciar. Tal suele ser la velocidad que imprime el pelotón, que cualquier tentativa es inútil.
Hoy nadie ha podido controlar el pelotón pero pese a ello ha terminado al esprint, eso si con un desenlace mucho más bonito que el habitual. No siempre habrá un recorrido como el de hoy para que se repita dicho espectáculo, pero reducir el número de corredores por equipo puede ser una solución que merece la pena probar. Sé que muchos corredores, y, sobre todo, directores estarán en contra, pero también lo estaban cuando se incluyeron por primera vez los Alpes, los Pirineos, los Dolomitas y los tramos de pavés, pero en ellos se han forjado los mitos de este deporte. Antes se aborrecían, ahora son imprescindibles.
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