Este fin de semana he estado en Bélgica, en el Campeonato del Mundo de ciclo-cross que se ha disputado en Koksijde. Y puedo asegurar que he permanecido en otro dimensión, en otro mundo. No tiene nada que ver con lo que conocía hasta ahora. No es fácil expresarlo con palabras lo vivido allí. Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero ni una ni otra resultan suficientes cuando se trata de trasmitir sentimientos. Eso, hay que vivirlo.
Podría ofrecer los datos de lo acontecido allí. Asistieron más de 80.000 personas a ver una sola prueba, la Elite masculina. Seguro que más de 100.000 si sumamos las cuatro carreras. Puedo hacer una crónica detallada de las carreras para explicar la superioridad que ha tenido Holanda en las categorías inferiores y de féminas. Y podría encumbrar o criticar a los belgas por minimizar todo un Campeonato del Mundo a un juego de niños exclusivamente nacional. Pero el esfuerzo sería en vano, jamás conseguiría plasmar con exactitud lo vivido allí.
Sobre todo, he visto el sentimiento de todo un país por un deporte, una pasión, una religión, casi. A los aficionados no les importa madrugar para aparcar el coche a media docena de kilómetros del circuito, acercarse en un autobús ofrecido por la organización con tal de contar con un espacio privilegiado para ver de cerca de sus ídolos. Poco importa sufrir durante horas una temperatura gélida y ni tan siquiera un rayo de luz solar si se ha sido para cegarse ante el brillo de las estrellas locales. Quién se puede aburrir si las interesantes conversaciones entre amigos sirven para enriquecer, la ya de por si rica tradición ciclista que goza ese país.
He visto a niños de la mano con sus padres, a jóvenes pegados a un vaso de cerveza, a cicloturistas mostrando orgullosos caras afiladas y arrugas provocadas por el sufrimiento encima de una bicicleta. He visto a personas muy mayores que ni el paso ni el peso del tiempo han arrebatado un ápice el sentimiento que viven por este deporte, gente que aún mantiene un brillo especial en sus ojos al ver a los ciclistas.
He estado en un mundo donde los ciclistas son dioses y los circuitos el olimpo donde viven. He estado en Bélgica, otro mundo.
Hace ya casi dos años empecé con eso del cicloturismo pero abriendo mi propio camino. Mi aventura se llama Bicycle Routes 305 – Decubriendo la Florida y se ha convertido en el único blog en españos sobre el “Sunshine State” en cuanto a historia, fotografía, paisajes, animales salvajes, playas… Y sin ser una agencia turística! Esto también es otro mundo.
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