El Tour de Flandes no defraudó. Se vivió una jornada de verdadero ciclismo flamenco, sin que se echara en falta ningún elemento que componen su grandeza. El tiempo, que fue terrible a ratos, fue una dificultad añadida a la dureza natural de la carrera. Y luego pudimos ver una auténtica exhibición estratégica llevada a cabo por un equipo, el Quick-Step, con tal perfección que nada ni nadie hubiera evitado una victoria segura, bien a cargo de Stijn Devolder, o bien a cargo de Tom Boonen, seguramente el corredor más fuerte de la carrera.
Pero no siempre el más fuerte es el mejor, esa condición exige otras cualidades que no siempre los más fuertes cumplen, a veces, porque no las saben interpretar, y otras, porque la estrategia llevada a cabo por su equipo no se lo permite. Creo que fue el caso de ayer.
En el G.P-E3 de Harelbeeke, Tom Boonen demostró que se encontraba en condiciones de llevarse su tercer Tour de Flandes, y ayer también se pudo interpretar lo mismo en los repechos más selectivos de la carrera. Pero, según declaró el propio corredor, le ordenó atacar y marcharse en solitario a su compañero de equipo porque él se sentía excesivamente vigilado. Esa inteligente decisión ofrecía una doble ventaja al Quick-Step. Por una parte lideraba la carrera un corredor con muy buenas maneras de contrarrelojista que a nada que se descuidarán sus perseguidores sometiendo a un estrecho marcaje a Tom Boonen, podía lograr el objetivo de la victoria. Por otra, obligaba a los adversarios directos de Tom Boonen a un trabajo de persecución del que se vería beneficiado el propio Boonen, que al no tener que dar relevos se ahorraría una energía vital para el final.
Con la inesperada escapada de Devolder, la mayoría de los favoritos no supieron reaccionar ni ponerse de acuerdo para cazar al campeón de Bélgica que junto a Eric Vanderaerden en 1985 y Johan Museeuw en 1993, es el tercer corredor que logra imponerse en el Tour de Flandes con el maillot del campeón belga.
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