Para un esprinter el peor puesto es el segundo. No vale para nada. Es el puesto de la derrota. El único que no se quiere. Y menos para un esprinter consagrado como Allan Davis que lleva este año 5 segundos puestos, el último ayer en Viana, en la segunda etapa de la Vuelta a España por detrás de John Degenkolb. Ninguna victoria. Desastre total para el bueno de Davis, peor imposible.
Davis, no es un esprinter puro, es algo más. O así lo ha sido. Es ese tipo de corredor que entra en los esprint pero que puede superar cierto tipo de dificultades que no todos los esprinters pasan y es ahí donde saca petróleo. Es ahí donde ha labrado su palmarés. 30 victorias, incluso vueltas, la de su país, el Down Under de 2009 con tres victorias de etapa incluidas. Pero desde entonces no se sabe nada de él. No sale de la sombra del ganador.
Todo parecía a su favor para seguir siguiendo quien fue hasta 2010. Fichó por el equipo de su país, el Greenedge, orgullo de todos los ciclistas australianos. Su armonía con su director, Neil Stephens, vecino en la localidad guipuzcoana de Oiartzun, es total. Cuenta con la ayuda de todo su equipo y tampoco le faltan lanzadores de categoría. Pero llegado el momento no remata y la situación se está complicado en exceso. Un esprinter que no gana pierde la confianza con facilidad y sólo hay una forma de recuperarla. La victoria, que de no lograrla con urgencia Davis podría caer en el anonimato total. Una pena para un corredor de semejante categoría.
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