Joaquím Rodríguez ha ganado el Giro de Lombardía y, de paso, el UCI Wolrd Tour. Dos logros que hablan de forma muy clara de lo que ha sido su temporada. Ha sido el hombre más regular de la campaña. No ha tenido quizás el brillo de Bradley Wiggins, que habiendo ganado la París-Niza, el Tour de Romandía, la Dauphiné, el Tour de Francia y la crono de las Olimpiadas, bien se hubiera merecido el mismo título, pero ahí está la clasificación. El calendario no miente. Al margen de valoraciones subjetivas, están los datos.
El Purito comenzó a ganar en la Tirreno-Adriático, en el mes de marzo, y ha terminado con otra victoria en Italia en el mes de Septiembre. Casi nada. En total 10 victorias, la mitad en las dos grandes vueltas que ha corrido, dos en el Giro de Italia y tres en la Vuelta a España. Puestos que ha repetido en las generales respectivamente. Todas sus victorias han sido, además, carreras del World Tour con dos grandes clásicas entre ellas, la Fleche Walone y Lombardía. Brillante.
Joaquín Rodríguez no tiene el brillo de las grandes estrellas. Pero es mejor que muchas de ellas. Quizás sea por su tardanza en asomar en la verdadera élite. Cuenta ya con 33 años, y hasta hace dos años, o sea, hasta pasar la treintena, no había tenido los galones de un verdadero líder. Incluso le negaron su participación en el Tour, porque decían, no era un hombre Tour ni de grandes vueltas por falta de motor. Menos mal. En su primera participación en la ronda gala ganó una etapa, la de Mende, por delante de Alberto Contador, ganador final, y fue octavo en la General. Por si había dudas. Ese año se transformó en lo que es hoy en día.
Fue cuarto en la Vuelta a España de ese año, puesto que hubiera superado de sobra de haberse manejado mejor en las cronos, su gran talón de Aquiles. Este año ha estado a punto de ganarlo. Sólo Contador se lo impidió en un día mágico. El resto de las jornadas fue el mejor. En cuanto al Giro, fue quinto el año pasado y segundo este. A pesar de su edad, es el corredor con mejor progresión.
Con la victoria de hoy también ha despejado su duda eterna, la de bajar el rendimiento en carreras de más de 200 kilómetros. La mejor comparación se puede realizar en el tríptico de las Árdenas, dado que las tres carreras se disputan en una semana y por tanto el estado de forma es idéntico. Los mejores datos las tiene en la Flecha Walona, carrera de 200 kilómetros. Una victoria, dos segundos puestos y un octavo. En cambio en la Amstel y Liege, de más de 250 kilómetros, aunque buenos, no alcanzan a los resultados en la Walona. Un segundo y un octavo en ambas.
En todos esos logros ha destacado una cualidad que lo diferencia del resto. En esfuerzos de 2-3 minutos no tiene adversario, puede soportar un nivel de intensidad tremendo, parece que el ácido láctico no hace mella en él. Por eso ataca siempre en distancias cortas. Lo sabe y saca provecho de ello. Y lo saben todos, pero nadie puede pararlo. Quizás el año que viene sea diferente, pero este ha sido el más regular.
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