Nairo Quintana deberá luchar en el futuro contra lo que ha hecho en el reciente Tour de Francia. Se ha presentado como el futuro del ciclismo colombiano, un hombre llamado a reconquistar las cumbres que dejaron huérfanas Lucho Herrera y Fabio Parra, los único colombianos que se pueden medir a él, una alternativa seria a Chris Froome o a cualquiera que aspire a ganar el Tour de Francia.
Ahora que, de repente y casi de la nada, se ha convertido en primera estrella pulularán alrededor de él todo tipo de descubridores, entrenadores, máganers, políticos, y patrocinadores que querrán sacar algún beneficio del tirón que le ha dado la carrera francesa. Deberá acudir a un sinfín de actos que exigirán su presencia por motivos diversos y se verá obligado a responder mil veces a las mismas preguntas de periodistas nacionales y extranjeros que querrán dar a conocer todos los detalles posibles de la nueva joya. Se le juzgará por aquello que hace y dejar de hacer, y detalles y resultados que antes pasaban desapercibidos ahora serán elevados a grados extraordinarios en lo bueno y en lo malo. Su rendimiento será comparado constantemente con lo que ha hecho en el Tour de Francia, y todo será analizado con una lupa quizás excesivamente crítica. En definitiva correrá el peligro de perder la tranquilidad y naturalidad que le ha llevado hasta la cima, algo muy peligroso en una edad tan temprana.
No todo el mundo sabe sobreponerse a las obligaciones que conlleva ser un corredor de su calibre. Hay algunos ejemplos de donde puede aprender. Aún recuerdo la frase de la madre de Damiano Cunego después de haber ganado el Giro de Italia de 2004 habiéndose impuesto en cuatro etapas. “No deseo a nadie el invierno que ha pasado mi hijo”, espetó su madre en la temporada siguiente al verle derrotado ante tanta carga. Cunego fue elevado a figura de la noche a la mañana, le impusieron la responsabilidad de llevar todo el peso del ciclismo italiano y comparado con figuras históricas como Giuseppe Saronni, algo excesivo para sobrellevar con 24 años.
Todo es diferente entre ambos corredores. Quintana no es Cunego, ni sus características, ni las épocas, ni los motivos de su rendimiento, ni su entorno, ni Italia es Colombia. Si los datos que se han publicado son ciertos, Quintana tiene aún margen de progresión física. Según cuentan, su porcentaje graso es elevado (9%) y su relación potencia-peso de 6,2 w/kg, característica que mejorará perdiendo parte de su porcentaje graso. La joya colombiana acaba de comenzar a pulirse y no parece que su rendimiento se deba a planes de entrenamiento llevados al extremo, más bien parece natural, condición que mejorará según profundice en su preparación.
De momento no se ve el techo de su progresión, pero conviene recordar que no todas las temporadas son iguales. Es una lección que han aprendido este año Tejay Van Garderen y Thibaut Pinot, entre otros. El estadounidense fue quinto el año pasado habiendo trabajado para Cadel Evans; este año se presentó con la victoria en la Vuelta a California, pero en el Tour solo ha podido ser protagonista en un par de etapas. Pinot se llevó casi todos los galones el año pasado. Ganó una etapa, el maillot de mejor joven y fue décimo en la general. Los franceses ya tenían a su hombre Tour que con tanto ahínco habían estado buscando. Nada. Este año se ha tenido que retirar eliminado en los Pirineos de todo el protagonismo que se le presuponía.
Nairo Quintana deberá pasar el examen del tiempo y si lo consigue, que pinta tiene para ello, podrá hacer historia.
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