Arrepentido

Una medalla de Plata y una de Bronce no sirven de consuelo cuando se tiene al alcance de la mano la de Oro, logro que España no consigue desde 2004 pese a ser asiduos al podium. Y el dolor es mayor cuando uno se da cuenta que más que superarte el adversario, ha sido uno mismo quien ha errado en la toma de decisiones. Si lo analiza con objetividad así se sentirá Alejandro Valverde, protagonista de un error garrafal que le ha costado un Oro a él o más bien a Joaquín Rodríguez.

Entiendo que tras 270 kilómetros durísimos bajo la lluvia, con las piernas de piedra, el corazón encogido y la mente confundida, no es fácil acertar con ciertas decisiones, pero es que ayer solo había que tomar una: salir al único ataque que era previsible. Valverde no lo hizo y le pesara toda su vida, a él y a Purito, el gran perjudicado del error del murciano.

Alguna razón habrá para que Valverde no respondiera al ataque de Rui Costa, pero no es fácil averiguarlo ni entenderlo. El manido “no podía” no vale de excusa porque aguanto mejor que el portugués en la subida y tuvo reservas para esprintar y hacerse con el Bronce, un logro menor ante tanto potencial. El despiste de las curvas tampoco sirve porque al salir de ellas el simple amago de seguir a Costa, tan eficaz como siempre, hubiera hecho parar al portugués, listo como ninguno, ante la sombra del murciano. Quizás el subconsciente le jugó una mala pasada y creyó por un momento que Rui Costa era como durante todo el año compañero de equipo y perdió ese segundo de reacción que fue definitivo. O a lo mejor pensó que por mucho que se fuera no alcanzaría a Joaquín Rodríguez, que tenia ante sus ojos el ultimo kilómetro y casi casi el maillot arcoiris puesto. Tampoco creo, como se ha insinuado, que fuera por egoísmo o por querer impedir la victoria de un compatriota. Sea como fuere, Valverde hizo una lectura errónea de la situación y tomo la peor decisión, quedarse a rueda de Nibali que ya nada podía hacer. Seguro que hoy estará arrepentido.