A propósito de la reducción del número de corredores por equipo adoptada por ASO (Tour de Francia) RCS (Giro de Italia) y el Tour de Flandes, la UCI se acaba de meter en un charco sin ninguna necesidad. A mi juicio, no sólo es una medida necesaria e imprescindible para romper el excesivo control que ejercen los equipos más fuertes en la mayoría de las carreras matando completamente el espectáculo, si no que habría que ir más allá tomando medidas más drásticas. La reducción de un solo miembro no alterará de forma significativa el desarrollo de la carrera, pero por algo hay que comenzar.
Desconozco cuando y quién estableció la norma del número de corredores por equipo, es probable que fuera una respuesta adecuada a las necesidades de la época, pero no soluciona las actuales, porque el nivel de los ciclistas ha cambiado, la forma de correr también y al ciclismo tampoco se le pide sólo esfuerzo, sino espectáculo.
Mirar las imágenes del ciclismo del pasado (años 80 o anteriores) y en cualquier puerto solo se ven a los que estaban luchando por la general, a un grupo muy selecto de corredores. Lucha directa entre los mejores, a lo sumo con un compañero de equipo. Ahora, cualquier líder lleva a toda su prole por delante de él, corredores que, de otra forma, podrían incluso ganar la carrera tirando para que nadie ataque. Y nadie ataca, porque no pueden hacerlo. Cuando el nivel del que defiende es similar al que debe atacar, la cosa queda en empate. O sea, en nada.
Por eso son necesarios los cambios, para poner fin a la monotonía, porque aunque el desenlace final se decide en una lucha particular, la excesiva fortaleza de algunos equipos tiene una incidencia demasiado grande en el desarrollo de la carrera. Limitar el número de corredores por equipo podría ser una medida; intentar equiparar el nivel de los equipos otra. Cosas que parecen utópicas en el ciclismo, llevan años en otros deportes.
Dicho esto, la UCI hace bien en intentar poner orden, porque legalmente la responsabilidad de ese tipo de medidas es competencia exclusiva de la Federación Internacional y más concretamente del Consejo de Ciclismo Profesional, donde también están representados los organizadores. Ningún reglamento particular puede contravenir a un órgano superior. Además, ésta no es la primera confrontación entre organizadores y la UCI, más bien es algo que se repite constantemente, con el agravante de que ahora, parece que animados por el todopoderoso Tour de Francia, hay otras organizaciones que se han arrimado a la corriente de ningunear a la UCI, que guste o no, es quien tiene que regir el ciclismo. Sucumbir, aún más, al poder económico que suponen los poderosos organizadores sería una ruina para el ciclismo, porque para ellos siempre prevalecen sus propios intereses, siempre, y como se sabe siempre son económicos. Sólo económicos.
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