Todo tiene su porque, pero, a menudo, no es fácil saberlo. Digo esto a cuenta de la victoria de Kim Kirchen en la Flecha Walona. La carrera belga es una gran prueba. No hay más que echar un ligero vistazo a su palmarés. Están, prácticamente, todo los grandes de la historia: Fausto Coppi, Ferdi Kubler, Eddy Merckx, Rik Van Looy, Joop Zoetemelk, Francesco Moser, Bernard Hinault, Giusseppe Saronni, Laurent Fignon, Moreno Argentin, Laurent Jalabert, Lance Armstrong, Michele Bartoli, Davide Rebellin o Danilo Di Luca. Pero a diferencia de las más grandes o de los cinco monumentos, Milán-San Remo, Tour de Flandes, Paris-Roubaix, Liege-Bastogne-Liege y Giro de Lombardia, tiene una gran diferencia, la longitud. Un factor decisivo.
Las carreras citadas tienen todas ellas más de 250 kilómetros. La Flecha, en cambio, 200 kilómetros. Esos casi 60 kilómetros de más que tienen los monumentos, son una barrera infranqueable para muchos ciclistas de gran nivel. Quiero decir que los ciclistas que ganan las carreras de 260 kilómetros son, evidentemente, capaces de imponerse en una de 200 kilómetros, pero no todos los que ganan pruebas de alrededor de 200 kilómetros tienen el talento suficiente para ganar las de 260 kilómetros. Hay muchos ejemplos. Igor Astarloa, por poner un ejemplo cercano y reciente, ganó la Flecha Walona, pero su mejor puesto en la Liege-Bastogne-Liege (por poner el ejemplo más claro en cuanto a recorrido y tipo de esfuerzo) es un 11º. Lo mismo le ocurre a Mario Aerts. Aitor Osa, fue segundo en la Flecha, pero su mejor puesto en la Liega es el 17ª. Y Unai Etxebarria, también fue segundo en la Flecha, pero su mejor puesto en la Lieja es un 83º.
Otro de los ejemplos puede ser Kim Kirchen, vencedor este miércoles en las rampas del Muro de Huy. Antes incluso de imponerse en ésta última edición, ya había sido segundo en 2005, pero su mejor puesto en la Liege-Bastogne-Liege es un décimo. Repasando su palmarés me he dado cuenta que la mayoría de las victorias que tiene el luxemburgués en clásicas, son en carreras de alrededor de 200 kilómetros. Cuando el kilometraje sube, su rendimiento se ve afectado y sus puestos también. Excepto ese décimo puesto comentado en la Liega, en ninguna carrera más de las grandes (las que antes puntuaban para la Copa del Mundo) se ha clasificado entre los diez mejores.
No siempre es fácil deducir la razón exacta de esa reducción de rendimiento, y no sé si estaré en lo cierto, pero sospecho que se trata, sobre todo, de una razón fisiológica (aunque seguro que la psicología también tiene algo que ver). Esas carreras sólo son aptas para aquellos ciclistas que teniendo un gran motor, tienen, además, la eficiencia de llegar con el depósito de energía con las suficientes fuerzas para superar las dificultades que se encuentran en los últimos kilómetros. Ese es el kit de la cuestión en mi opinión.
Si no es así, Kirchen tiene una buena oportunidad para demostrarlo el domingo en la Liege-Bastogne-Liege.
Siempre se habla de motor, pero realmente cómo podríamos definir el motor?