Los momentos que se suceden inmediatamente a una victoria, no son, seguramente, los más adecuados para hablar o analizar cosas negativas. Es mucho más apropiado disfrutar del momento y revivir esas sensaciones que son poco habituales para la mayoría de los corredores. Pero el triunfo de Lennard Kamna ayer en lo alto del Etna tiene un significado especial que merece ser destacado porque tras él yace un mensaje positivo.
Aunque no haya trascendido mucho, si miramos el calendario que tuvo la temporada pasada el ciclista alemán, es evidente que tuvo algún problema serio porque hace ahora exactamente un año (el 9 de mayo) su temporada terminó de forma fulminante en la Vuelta al Algarve. En aquel momento se comentó que tenía algún problema físico, algo que no concordaba con el nivel que demostró previamente en la Volta a Cataluña donde ganó la etapa de Manresa en solitario.
Algo más tarde se habló de una infección, que quizás lo fuera, pero devino luego un problema que no era ajeno al joven alemán del Bora – hansgrohe, un problema psicológico que le impidió correr hasta el pasado mes de febrero. Nadie le puso nombre al problema, pero él reconoció tener una motivación descontrolada, o presión, para demostrar al equipo y al público que era un ciclista llamado a hacer grandes cosas, nada extraño cuando uno ha destacado desde categorías inferiores. Kamna fue Campeón del Mundo de contrarreloj en la categoría Junior (Filippo Ganna fue 4º), y Sub-campeón del Mundo de fondo en Sub-23.
Las expectativas eran tan grandes y tan difíciles de cumplir, que en 2018, con 21 años y corriendo en el Sunweb de Tom Dumoulin, sufrió un episodio como el ya conocido del neerlandés en la temporada pasada. Bien por exceso de presión, por falta de motivación o depresión, decidió tomarse un tiempo para superar el problema psicológico que le impedía rendir con normalidad. Estuvo 5 meses apartado de la competición, desde la San Remo hasta el Tour de Dinamarca que se disputó en Agosto.
El descanso le repuso totalmente y ya con las ideas más asentadas y más tranquilo, realizó un gran 2020 con victorias en la Dauphiné y en el Tour de Francia. Sin embargo, junto a la cresta del éxito siempre cohabita el precipicio del fracaso y Kamna volvió a sentir un vértigo que no había desaparecido por completo. En cuanto surgieron los primeros problemas físicos sintió el temor de no poder cumplir con lo se esperaba de él y volvió a caer en la vorágine que conduce directamente a la depresión.
Conocedor del problema, el equipo le renovó el contrato por un año más y le dio total libertad para recuperase psicológicamente y una flexibilidad total para su vuelta a la competición. Sabían que si no hay salud mental, nada puede hacer ni el cuerpo más dotado. Lejos de la competición durante 9 meses, Kamna buscó recuperar la ilusión por correr, la tranquilidad para afrontar los desafíos justos, la motivación por la competición y la fuerza necesaria para enfrentarse a sus fantasmas.
Sin las obligaciones de la carretera, se refugió en la Mountain Bike con la que participó en octubre de 2021 en la aventura Cape Epic junto a su compañero de equipo (y expro de la especialidad) Ben Zwiehoff. Ajeno a todo tipo de exigencia se divirtió como nunca y descubrió que estaba preparado para su vuelta a la élite. Con tres victorias esta temporada es evidente que la depresión ya está superada y es cosa de un pasado que no le gustaría que volviera.
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