Los equipos, sobre todo, franceses llevan más de 20 años criticando un ciclismo de dos velocidades. Comenzaron a hacerlo tras el affarie Festina, que destapó de forma abrupta el sofisticado sistema de dopaje que estaba extendido prácticamente a todos los equipos y corredores de aquella época. Tras la presión social, mediática y de medidas que adoptó la UCI (primero la detección de la EPO, luego el sistema ADAMS y el pasaporte biológico), los franceses se apresuraron a cumplir con la nueva normativa de forma escrupulosa y ante la falta de resultados no tardaron en criticar que había un ciclismo de dos velocidades en la que algunos seguían beneficiándose de prácticas que ellos consideraban dudosas y sospechosas.
Creo sinceramente que hoy en día no existen motivos para esas sospechas, aunque con la boca más pequeña siguen haciendo alusión al uso de las cetonas por parte de algunos equipos, pese a que su uso está permitido y por otra parte, cada vez más investigaciones científicas niegan ningún beneficio sustancial por el uso de las mismas. De todas formas sí sigue habiendo un ciclismo de dos velocidades, pero no por los motivos antes mencionados, si no por unos pocos seres extraordinarios que nos están obligando a ver desde otra perspectiva el ciclismo actual, a enterrar parte de la lógica del pasado donde los guiones se repetían una y otra vez con una monotonía aburrida. Los, sobre todo, Tadej Pogacar, Wout Van Aert, Mathieu Van der Poel, Tom Pidcock y Remco Evenepoel, nos están obligando a aprender a reinterpretar un ciclismo de muy difícil previsión.
Hasta la aparición de estos auténticos monstruos, una distancia de 40 kilómetros para el ataque era algo impensable y quién tenía la osadía a atreverse con tal empresa se cavaba su propia tumba ante algún equipo que se organizaba para la caza y remataba en corto con algún líder que había corrido de incógnito hasta el desenlace final. Era el ciclismo de control y remate, y un paradigma que repetían todos aquellos equipos que se lo podían permitir.
Ahora, afortunadamente, las cosas han cambiado cuando correr los corredores antes mencionados. El cálculo para las distancias de ataque ha desaparecido, las ofensivas pueden comenzar a 40-50-60 o 100 kilómetros dejando sin respuesta posible a quienes siguen fieles a la antigua ortodoxia. La defensa de un liderato puede comenzar desde la ofensiva propia del equipo que, en teoría, debería evitarlo. La importancia de los equipos ha disminuido porque nadie tiene capacidad de reacción ante una carga ofensiva tan potente, el ciclismo se ha convertido, en el caso de los ciclistas mencionados, en una disputa directa entre los verdaderos campeones que sin complejos se comportan como tales con imaginación y osadía, que obliga, al que puede, a entrar en el mismo juego, si no quieren quedar fuera del mismo.
Han creado un ciclismo mucho más vistoso, espectacular e improvisado, algo que se está convirtiendo en costumbre porque ciclistas como Juan Ayuso, Binyam Ghirmay, Ethan Hayter, Magnus Sheffield, Ben Tullet, Carlos Rodriguez, Cian Uijdebroeks, Romain Gregoire, o Lenny Martinez correrán a la misma velocidad que está atrayendo cada vez a más seguidores, que atónitos, están disfrutando del mejor ciclismo de la historia.
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