Por muchas comparaciones que el director de la Vuelta a España, Victor Cordero, haga con el Tour de Francia, la Vuelta no es el Tour de Francia, ni lo será nunca. Pero ayer, gracias a Alejandro Valverde, lo parecía. En la llegada de Jaén, tan sólo faltaba aquella curva de Plumelec en la que el brillante ciclista del Caisse d’Epargne asombró a propios y extraños minimizando a todos sus adversarios antes de levantar, triunfante, los brazos en una victoria que tardará en borrarse de la memoria de los aficionados. Entonces fueron Philippe Gilbert, Jerome Pineau, Kim Kirchen, Ricardo Ricco, Cadel Evans, Frank Schleck, Filippo Pozzato y, entre otros, Oscar Freire los que fueron golpeados por un rayo que iluminó la localidad gris de Bretaña con todos los colores del arco iris. Ayer fueron Rebellin, Ballan, Van Avermaet, Pozzato, Nocentini, Zabel, Bettini y Gilbert los que quedaron cegados con la demostración de fuerza del ciclista murciano. Pero da lo mismo que sean unos u otros los obstáculos que se le presentan en el camino, Valverde los supera con una elegancia exquisita. Es el mejor del Mundo en ese tipo de llegadas.
La estrategía del Caisse d’Epargne fue extraordinaria, como casi siempre cuando se cuenta con las herramientas imprescindibles. El ataque de Joaquim Rodríguez, a la vez de jugar sus bazas, allanó el camino para su jefe Valverde, que observaba con tranquilidad el nerviosismo y la tensión que acumulaban sus adversarios directos. Castigados psicológicamente por la situación de Rodríguez, Bettini, Pozzato, Rebellin y otros, se veían en la obligación de realizar algunos movimientos que bien podría aprovechar Valverde. No le hizo falta. Valverde es tan superior en ese tipo de finales que, cuando las piernas del resto están a punto de reventar y el corazón les amenaza con estallar, aprieta el gatillo y sale disparado hacía un blanco que acierta con precisión milimétrica.
La espectacularidad del ciclismo es tan sencilla que, a veces, tan sólo hace falta un recorrido que ofrezca por igual la posibilidad de esprint o de evitar el mismo, y un corredor como Alejandro Valverde que para su propio beneficio, el de su equipo, y sobre todo, para el ciclismo, debía de dedicarse exclusivamente a ganar etapas, clásicas, y vueltas pequeñas olvidándose de las generales de las grandes vueltas que nunca ganará.
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