Tras la disputa de las primeras nueve etapas el Giro, y pese que se han disputado dos etapas con final en alto, ha aclarado pocas cosas. Sólo algunas cosas se pueden afirmar con rotundidad. Que Lance Armstrong no lo disputará. Algo lógico por otra parte. Que Gilberto Simoni volverá a obtener un buen puesto entre los diez primeros, pero que no lo ganará. Y que Damiano Cunego sólo será la sombra de lo que demostró en 2004. Para el resto de aspirantes hay todavía muchas incógnitas que se deberían de despejar durante esta semana, sobre todo en la contrarreloj del jueves, una de las claves de esta edición centenaria.
Una contrarreloj de 60 kilómetros puede hacer estragos en aquellos corredores que no se defienden bien en solitario. Y por contra, para los especialistas supone una ventaja vital. Las diferencias pueden ser decisivas para la clasificación final, mucho más que las que se obtendrán en montaña, donde no es nada fácil batir a los adversarios tal y como se está viendo últimamente. En mi opinión la contrarreloj beneficiará sobre todo a Levi Leipheimer, gran favorito, incluso, para la victoria final; también, y por este orden a Michael Rogers, Denis Menchov y Thomas Lovkvist. Por el contrario, Danilo Di Luca, Ivan Basso y Carlos Sastre se las verán y desearán para no perder más de 3 minutos con respecto al ganador.
Esa contrarreloj marcará el devenir de la carrera de forma significativa y los escaladores ya se pueden preparar para atacar en cada uno de las posibilidades que les concederá la carretera, sino, no obtendrán el premio que llevan cosechando desde hace 14 años. En 1995 se impuso un contrarrelojista, Tony Rominger, y este año puede ocurrir lo mismo con Levi Leipheimer.
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