Estados Unidos no es aún una potencia en el ciclismo. Quizá algún día lo sea. Normalmente aporta algún corredor aislado a lo que es la verdadera élite. Armstrong, Leipheimer, Hincapie, Zabriskie, Vandevelde y Farrar son algunos de ellos. Cada cierto tiempo, desde el otro lado del Atlántico llegan voces de que ha nacido una estrella. Algunos de ellos brillan con luz propia, pero la mayoría, como es lógico, se apagan antes del primer halo de luz.
Las últimas noticias prometedoras que llegan desde los Estados Unidos, hablan maravillas de un tal Taylor Phinney, hijo de Davis Phinney, ganador de dos etapas del Tour de Francia los años 1986 y 1987. El tal Taylor, tiene sólo 18 años (cumplirá 19 el 27 de Junio), y acaba de ganar la Paris-Roubaix Sub-23, siendo el primer estadounidense en hacerlo. Antes también había llamado la atención. Tanto en pista como en carretera. El año pasado se proclamó Campeón del Mundo de persecución en categoría Junior. Este año lo ha hecho en la categoría absoluta.
Taylor Phinney es un portento físico. Alto y fuerte, nunca será un buen escalador, pero tiene madera de gran clasicomano y quizás pueda hacer realidad el sueño de los seguidores americanos ganando algún día alguna clásica del pavés. Cuenta con la protección de Lance Armstrong, lo cual le servirá para aprender todas las exigencias de la élite en un breve espacio de tiempo. Habrá que seguirlo de cerca.
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