Como cada año el Tour de Francia tiene sus diferentes vencedores. El premio más gordo se lo llevará Alberto Contador, que con su cuarta vuelta grande consecutiva ha demostrado que ha entrado en el olimpo por derecho propio. También merece una mención especial Andy Schleck que tras ser segundo y mejor joven ha presentado su candidatura a aspirar a lo más alto en próximos años. Franco Pellizotti, por el nivel demostrado ha merecido más que el premio de la montaña y es sin duda uno de los hombres más destacados de la temporada tras haber sido tercero en el Giro de Italia y haber ganado una etapa en la misma carrera. Thor Hushvod se ha llevado la etapa de Barcelona y el maillot verde de la regularidad, un premio bien merecido y que ha necesitado de más esfuerzo que los esprint. Se podría hablar también de la meteórica progresión de Bradley Wiggins, sin duda la revelación de este Tour, o de Nibali y Kreuziger que siguen dando motivos de optimismo aunque no excesivo. Mark Cavendish ha sido el hombre de los esprint, y a la espera de lo que haga en la llegada de París, de momento, ya ha superado a Cipollini y Petacchi y ha igualado el récord de cinco victorias en una edición en posesión del Freddy Maertens desde la edición de 1981.
Pero, quien de verdad merece elogios es Lance Armsrtrong. El estadounidense es un corredor único. Irrepetible. No sólo por los siete Tours que ya tiene en el palmarés, sino por lo que acaba de realizar en este Tour de Francia. Volver a la máxima competición después de haber estado alejado de ella durante tres años y pisar el podium de París, es algo inaudito. Sobre todo teniendo en cuenta que no entraba dentro de sus planes. Armstrong no sólo no se ha estado entrenando para el ciclismo, sino que se ha dedicado durante muchas horas a fortalecer en el gimnasio aquellos músculos que no son particularmente importantes para su deporte, circunstancia que le ha hecho ganar una masa muscular que más que beneficios le ha provocado perjuicios por su ganancia en peso y necesitar más oxigeno en músculos que no son determinantes como son los abdominales y la mayoría del tren superior. Tampoco hay que olvidar que está cercano a cumplir los 38 años.
Pese a todo ello, y los problemas de entrenamiento que tuvo por su caída en la Vuelta a Castilla y León y la ruptura de la clavícula, lo que ha hecho Armstrong es increíble. Por una parte por su nivel físico, y por otra, por la mentalidad no sólo para competir sino para entrenar y sacrificarse al máximo sin tener ninguna necesidad económica para ello, motivación de la gran mayoría de los corredores.
Por elogiables o criticables que hayan sido los motivos para su vuelta, Lance Amstrong ha realizado una aportación al Tour de Francia y al ciclismo en general que no se paga con dinero. Gracias a él, e incluso por el conflicto que ha mantenido con Contador, el ciclismo ha vuelto a las primeras páginas de los diarios de medio mundo, y aficionados que habían vuelto la espalda a este deporte se han sentido, de nuevo, atraídos por el regreso del americano. Guste o no, Armstrong es un ser inimitable, un portento físico con una psicología extraordinaria que le convierte en un ser capaz de lograr cualquier objetivo que se fije. Su comportamiento como persona o compañero puede ser discutible y censurable. Pero su talento como deportista no tiene parangón en la historia de este deporte.
Si existiera el premio al mérito, sería el ganador indiscutible.
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