Lo ocurrido en el esprint de Zierbena ha debido de perturbar a Oscar Freire de tal manera que ha cometido un error poco habitual en él. Muy raro. Ha sido el más rápido, pero no ha ganado. Es llamativo. Nadie le ha cerrado el paso. Los jueces tampoco han sido severos hoy. La culpa es exclusivamente suya. De ahí la rabia que mostrado al cruzar la meta.
Ha tenido un estrepitoso fallo de cálculo, imperdonable teniendo en cuenta su categoría y habiendo pasado por meta poco antes. Su colocación ha sido nefasta. A falta de unos 300 metros para la meta, en un zig-zageo, iba colocado en sexta-séptima posición. Demasiado atrás, sabiendo que en esas curvas los de adelante siempre toman ventaja. Mínima, pero ventaja.
Hasta entonces ha estado vigilando a Alejandro Valverde, su verdugo en las dos etapas anteriores, y viendo que el murciano no se encontraba entre los corredores que le precedían, digo yo que habrá cometido el error de un exceso de confianza.
Para cuando ha arrancado Francesco Gavazzi, el italiano de 25 años que este año ya había ganado una etapa del Giro de Cerdeña, se encontraba demasiado lejos. Freire ha ido recortándole la diferencia con suma facilidad, pero para cuando se ha dado cuenta el italiano ya estaba celebrando la segunda victoria del año, y la más importante de su palmarés. Freire se ha vestido de amarillo, pero eso no le endulza el sabor amargo que le dejará esta Vuelta al País Vasco.
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