Cuando una vez terminada su carrera profesional Michael Rogers decida regresas a su Australia natal, si es que lo decide, no querrá volver jamás a Suiza. No guarda buenos recuerdos. En las dos ocasiones que ha estado a punto de ganar las dos carreras más importantes de ese país, la Vuelta a Suiza y el Tour de Romandía que acaba de finalizar, las ha perdido de forma idéntica. En la última etapa. De montaña por cierto. Y con salida y llegada en el mismo lugar, dicho sea de paso.
La primera vez que recibió ese revés del destino fue en 2005. Rogers figuraba al frente de la clasificación ante la última etapa, una corta pero durísima etapa (dos puertos de categoría especial) con salida y llegada en Ulrichen. Todo parecía controlado hasta que un extraordinario Aitor González, por aquel entonces en el Euskatel-Euskadi, voló como los pájaros y arrebató por 22 segundos el primer puesto al ciclista australiano, que desconsolado no se podía creer lo que había ocurrido.
Pues alguien le debía haber dicho a Rogers que la historia tiene el capricho de repetirse y que se anduviera con mucho cuidado con un paisano de Aitor González, con Alejandro Valverde. No es que el murciano se haya exhibido como lo hizo Aitor González en su día, pero ha realizado una etapa magnífica. Ha descolgado a Rogers, que pese a defenderse con dignidad en la subida y contar, además de sus cualidades de rodador, la ayuda de Marco Pinotti y otros corredores de gran calibre en el llano, ha perdido el primer puesto e incluso el podium, un recuerdo, otro, que jamás olvidará.
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