El ciclismo está de enhorabuena. La etapa del Stelvio en el Giro de Italia, ha enseñado al mundo toda la grandeza de este deporte. Ha sido una etapa fantástica, llena de incertidumbre hasta el final que a punto ha estado de dar un vuelco histórico a la general. Por fin, la mayoría de los grandes ciclistas de la carrera han cumplido con las expectativas suscitadas, y el Stelvio ha vivido un espectáculo acorde a su altura. Sin duda, ha sido la etapa más espectacular de este Giro de Italia, algo parecido a lo que ocurrió en el Tour de Francia pasado en la etapa del Galibier. Eso sí, con protagonistas de menor nivel.
La propuesta que han hecho la mayoría de los equipos ha sido espectacular. De pizarra. Todos los equipos con alguna aspiración en la general han metido a algún corredor importante en la escapada del día. El Liguigas, toda una noticia, a Caruso; el Garmin a Vandevelde; el Lampre a Bono; el Vacansoleil a Carrara, pieza clave en la hazaña de Thomas De Gendt, auténtico protagonista de la jornada. El Astana a Kangert y el Katusha a Losada. Casi todos pretendían lo mismo, un ataque en el Mortirolo y una estrategia de equipo hasta el Stelvio, donde deberían de dar la cara los grandes corredores. Pura teoría. Demasiado idílico para ser verdad. Nadie se creía que podría ocurrir algo semejante. Hasta hoy hemos vivido el Giro del miedo, el Giro de los gregarios.
Pero hoy era el día de los optimistas. De Thomas De Gendt y de Mikel Nieve, que quería celebrar su 28 cumpleaños con una victoria. Su apuesta ha sido arriesgada, todo o nada, pero cuando hay poco que perder hay mucho que ganar. De Gendt se ha ido en el Mortirolo, que se suba por donde se suba es un puerto único. Nieve, en el falso llano que lleva hasta el Stelvio. Los dos han contado con dos muletas que han hecho de trampolín; De Gendt con Carrera; Nieve con Jon Izagirre, una de las revelaciones de la carrera. Por detrás los líderes se quedaban solos, sin gregarios, y es como si los desnudaran. Se sienten ridículos y no saben que hacer. Menos mal que Hesjedal, contaba en el grupo de escapados con Vandevelde que, junto con Stenina, han salvado la papeleta del Garmin.
Una vez en el Stelvio, cada uno ha hecho lo que podía, que en más de un caso ha sido lo que debía. De Gendt, en un día de esos mágicos que sólo tienen los artistas, se ha lanzado alocadamente hacía la victoria en un puerto que conoce a la perfección por las concentraciones que realiza en la cima del Stelvio. Hoy nada ni nadie lo podía parar. Hesjedal, un mar de dudas, ha tenido que tomar las riendas porque veía que se le iba toda opción de ganar la carrera. Ha sido el Evans del Galibier. Scarponi, el más atrevido entre los grandes, ha intentado más de lo que podía. Y Purito Rodríguez ha hecho lo único que podía, aguantar a Hesjedal hasta que llegada su distancia ha sacado la dinamita que en los días previos ha estado mojada. Basso, no ha tenido capacidad para ser protagonista. Como en todo el Giro.
Por momentos la carrera se ha vuelto loca. De Gendt ha llegado a ser el virtual líder y auténtico favorito para llevarse la general. Hubiera sido demasiado, un ataque al corazón. Pero los líderes, por una vez, han estado a la altura y, aunque con apuros, han podido solventar el problema. No así los italianos, porque si De Gendt se muestra tan fuerte como hoy y como en la crono del año pasado en el Tour de Francia (4º por detrás de Martin, Evans y Contador), logrará el podium y dejará por primera vez desde 1988 sin él a los italianos, muestra inequívoca de la crisis que vive el ciclismo transalpino.
Sea como sea, la jornada de hoy debe pasar a la historia como un gran día de ciclismo.
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