Cuando alguien no consigue lo que pretende siempre se refugia bajo el techo de la mala suerte. Todo el mundo recurre a ella y el ciclismo no es una excepción. Es una palabra tan manida como las caídas que ocurren inevitablemente durante la primera semana. Es paradójico pero muchas de ellas ocurren por intentar evitarlas, porque todo el mundo quiere ir allá donde no todo la gente puede ir, que es cabeza de pelotón, si duda, el sitio más seguro para esquivarlas.
La suerte, esa palabra tan ambigua y mal usada, juega un papel importante en las caídas, no lo pongo en duda. Hay veces que ocurren de forma fortuita sin que algún o algunos afectados hayan tenido nada que ver. Pero no todo es casual. Estoy harto de oír que cuando un ciclista se cae en una curva es por la mala suerte. O cuando le pasan faltando 25 metros para meta también se deba a la fortuna. O si tiene calambres ha sido por una fatalidad. O si lo cierran en una curva o pierde la rueda buena ha tenido mala potra.
Me niego a aceptar esas sentencias a menudo gratuitas. En la mayoría de las ocasiones tienen una causa. Puede ser por la torpeza del protagonista, por el cansancio, por miedo u otras muchas razones que no sé porque se ocultan.
¿Acaso es casualidad que Tyler Farrar sea el triste protagonista de todas las caídas de este Tour, cuando antes apenas le ocurría? ¿No será que ha perdido totalmente la confianza por llevar un año sin lograr una triste victoria, y la ansiedad y el nerviosismo le provocan errores de concentración? ¿Acaso es Frank Schleck el corredor con la peor suerte del mundo que se cae en cualquier curva, con el suelo mojado o seco, o que pierde el equilibrio en el pelotón en cuanto existe cualquier problema menor? ¿No será que tiene problemas en la vista (que los tiene) y una capacidad de reacción tan ralentizada que no le da tiempo a reaccionar, o lo hace tarde y mal? ¿Por qué Robert Gesink tiene siempre el culote o maillot agujereado por el roce con el asfalto? ¿No será que es incapaz de ir bien colocado donde van el resto de favoritos? ¿Qué hacían ayer a falta de 25 kilómetros para la meta corredores tan importantes como los citados y otros muchos en la mitad del pelotón? ¿Por qué no estaban junto a Wiggins, Menchov, Evans, Sagan, Greipel y otros que siempre van bien colocados? Ya sé que no hay espacio para todos, pero los grandes deben estar ahí delante, porque son más fuertes que la mayoría y porque gozan de un equipo a su merced. Es complicado ir delante, exige esfuerzo, concentración, motivación, valentía, equipo y más cosas, pero es una obligación si se quieren evitar ese tipo de desgracias, que a veces, lo sé, ocurren incluso poniendo todos los remedios posibles.
Pero no todas las desgracias son fruto de la mala suerte. El dominio técnico de la bici y el cansancio tienen mucho que ver. Cuando uno está totalmente fatigado, la concentración, la capacidad de reacción y la coordinación se ven afectados de forma importante. Lo hemos visto en este Tour y en otros muchos. En el prólogo Peter Sagan casi se cayó en una rotonda. Se le fue la rueda pero sacó el pie del pedal y apoyándolo contra el suelo enderezó su rumbo sin mayor problema. Cualquier otro se hubiera caído. Camino de Saint Quentín hubo una caída delante de él que la mayoría de la gente no pudo evitarla. Sagan estuvo a punto a punto de esquivarla. Cruzó la bici hacía un lado, luego al otro, sacó el pie, esquivo a uno a otro, pero al final, ya con la velocidad muy rebajada, cayó en cámara lenta sin dañarse una uña. Cualquier otro lo hubiera contado en el hospital. Lo de Sagan es destreza. Lo de otros es mala suerte, siempre.
Cuando se cayó Joseba Beloki en el Tour de 2003 camino de Gap, Lance Armstrong tuvo los reflejos suficientes para esquivarlo. Si hubiera ido muy cansado, seguramente se lo hubiera comido. Si cuando Lance Armstrong se enganchó con la gorra de un aficionado subiendo Luz Ardiden, Ullrich hubiera ido desfondado seguramente también se hubiera caído, pero como iba fresco lo pudo esquivar anticipándose a lo que en otras circunstancias hubiera tenido otro desenlace. El cansancio también tiene mucho que ver en algunas circunstancias.
Indurain, Armstrong, Cipollini, Ullrich, Pantani, Petacchi, Contador y otros muchos grandes corredores apenas se caían y no era porque siempre tuvieran la suerte de su lado. Otros corredores casi siempre están por los suelos. Y no siempre es por la mala suerte.
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