Bradley Wiggins ha hecho historia. Es el primer británico en ganar el Tour de Francia. El sueño se ha cumplido. La captación de jóvenes talentos, el método en el trabajo, la paciencia con la que se ha desarrollado el proyecto esponsorizado por una empresa que no ha reparado en gastos, la profesionalidad llevada al máximo en todos los apartados, junto con la coincidencia de un corredor extraordinario, ha convertido al ciclismo británico en el punto de referencia para todos aquellos países que quieran pertenecer a la élite de este deporte.
Hasta este año el protagonismo del ciclismo británico en el ciclismo de carretera pasaba por actuaciones esporádicas de algunos aventureros que se arriesgaban a cumplir el sueño de ser ciclistas emigrando a Francia. Y su hecho más destacado recaía en la desgracia de un corredor, Tom Simpson, muerto en plena subida al Mont Ventoux por ser una bomba de anfetaminas y alcohol. Ninguno de ellos puedo gozar de la estructura actual del Sky. Robert Hoban, Michael Wright, Brian Robinson, Robert Millar, Chris Broadman etc…hicieron grandes cosas, pero nada comparable a lo de este año, que ha sido el mejor de la historia con una diferencia sideral.
Los corredores británicos han logrado ni más ni menos que siete victorias de etapa: tres Mark Cavendish, dos Bradley Wiggins, y uno cada uno David Millar y el Chris Froome. El Tour llevaba 15 años sin que un país tuviera tanta superioridad en victorias por etapas (97 Italia). Además de la victoria final el segundo clasificado también pertenece al mismo país, cosa que no ocurría desde 1984, cuando Laurent Fignon y Bernard Hinault fueron primero y segundo respectivamente.
En general podríamos decir que no ha sido un Tour muy disputado. La excesiva superioridad de un equipo y un líder sólido lo han impedido. El único que podría haber puesto en apuros ha sido Froome, su compañero de equipo. Es una de las desgracias del ciclismo actual. Los corredores encargados de controlar el pelotón y defender al líder son tan fuertes como los que se ven obligados a romperlo. Es fantástico para los equipos de potencial enorme, pero nefasto para el ciclismo, que se queda sin las posibles disputas entre los mejores.
Wiggins no ha sido el más fuerte en montaña, es verdad, pero ha sido el mejor con diferencia. El más equilibrado. No ha cometido un solo error de colocación, ha tenido un equipo sometido a él completamente, ha gestionado con acierto cualquier contratiempo, ha tenido la paciencia de no alterarse en exceso, pero sobre todo ha sido muy superior en la crono, requisito indispensable para vencer en ese recorrido. Los que le critican por una victoria sosa, seguro que son los mismos que engrandecían a Indurain, que ganaba de la misma forma, machacando en la crono y aguantando en montaña. Cada uno juega con sus cartas. Es lo que hay.
Pero ha habido cosas muy positivas para el ciclismo. La recuperación del ciclismo francés es tan evidente como la crisis de los italianos y holandeses. Italia está desde 2007 con dos pírricas victorias y llevaban 7 años sin tener un hombre en el podium. Actualmente, Níbali es su única esperanza. Holanda, lleva desde 2005 sin ganar una etapa, y una vez más Gesink ha defraudado como líder. A otro nivel, pero Mollema y Kruijswijk también. En cambio Francia ha hecho el mejor Tour en años. Han logrado 5 victorias, el maillot de la montaña y dos hombres con futuro entre los 10 primeros; Rolland y Pinot. El ciclismo francés parece definitivamente reconducido.
Las mejores noticias siempre vienen del lados de los jóvenes. El boom de Peter Sagan es una de las mejores. Su espectacularidad no deja indiferente a nadie. Es un ciclista diferente, con una abanico de posibilidades casi sin límites. Gana esprint masivos, en repecho o es capaz de meterse en una fuga con puertos de primera categoría en el recorrido. Además cada una de sus victorias está aderezada con coreografías que pueden resultar atractivas para mucha gente joven.
El maillot blanco de Tejay Van Garderen es otra gran noticia. Desde 1996, año en que Ullrich ganó el maillot de joven y a excepción de Andy Schleck, ningún joven ganador de ese premio ha logrado semejante puesto en la general. Salmon, Sevilla, Mancebo, Basso, Menchov, Popovych, Karpets, Cunego y Rolland se quedaron a puertas del Top-10. Van Garderen ha sido quinto pese a trabajar en muchas etapas para Evans. Pinot también ha entrado entre los diez primeros. Es un buen augurio.
Seguramente las etapas más bonitas hayan recaído en el protagonismo de hombres veteranos como Voeckler, Luís León Sánchez, Fedrigo o Valverde, pero para otros muchos este Tour ha supuesto un punto de inflexión. Toda una generación de corredores como Leipheimer, Menchov o incluso Evans, han constatado que el objetivo de la general es excesivo a su edad. Se tienen que replantear su función.
Ha sido el Tour de despedida de Goerge Hincapie (récord con 17 participaciones), Stuart O’Grady, Moncoutie, Vinokourov y quizás, quien sabe, también de Voigt. Esperemos que esos jóvenes que han asomado este año cojan el testigo de profesionalidad del que ha hecho gala durante tanto tiempo esos corredores tan ejemplares.
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