Hasta prácticamente el año pasado la UCI y los grandes organizadores mantenían una guerra abierta por conseguir el poder. Fue una guerra que, en parte, la desató Manolo Sáiz, que con Hein Verbruggen, entonces presidente de la UCI, de la mano plantó cara a los grandes organizadores queriendo un reparto más equitativo básicamente por los derechos de televisión. A mi entender era una petición lógica y legítima, entre otras cosas porque era la única forma de crear una nueva fuente de ingresos que podría evitar la desaparición de los equipos en caso de que se retirara su principal sponsor. Cosa que ocurría en no pocas ocasiones.
Desde ese momento los desencuentros fueron constantes entre la UCI y sobre todo, ASO (Tour, Vuelta, Dauphiné, Paris-Niza…) y RCS (Giro, Tirreno-Adriático….). El poder económico (los organizadores) y, digamos, el poder judicial (UCI) y obrero (equipos y corredores) luchaban por la hegemonía del ciclismo. Hasta la petición más intranscendente de la UCI era boicoteada constantemente por los organizadores, que se atrevieron, incluso, a sacar sus carreras del calendario de la UCI. Ésta poco pudo hacer ante toda la maquinaría de poder de los organizadores. Al final, dieron al brazo a torcer y ahí se terminaron todas las rencillas.
El ejemplo más claro de la sumisión a la que se ve sometida la UCI está en el caso Katusha. Ahora que el TAS ha obligado a aceptarlo en el World Tour, la UCI se encontraba en la complicada tesitura de encontrar una solución que afectaba directamente a los organizadores, ya que con 19 equipos en la máxima categoría sus posibilidades de repartir invitaciones a otros equipos se reducía a la mínima expresión. En otra época los organizadores hubieran montando la de San Quintín porque precisamente una de sus reivindicaciones era que los equipos Pro Tour se redujeran a 14 equipos para que ellos tuvieran la libertad de poder invitar a ocho equipos. Ahora, ASO ha declarado que para el Tour sólo repartirá tres invitaciones y aceptará sin rechistar la inclusión del Katusha en la Paris-Niza y la Dauphiné, carreras a las que no habían sido invitados los rusos.
Visto así, parecería que la UCI ha sometido al organizador a aceptar obligatoriamente su normativa, pero que nadie se engañe, estoy convencido que ha sido un gesto interesado de ASO por haberse la UCI retirado de la lucha de poder que no hace mucho pretendía. En el ciclismo el poder, y poder absoluto además, pertenece a los grandes organizadores.
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