En los pocos días que lleva el Giro de Italia se han visto cosas interesantes. Algunas se repiten desde hace tiempo, reciente y no tanto. En la primera etapa Mark Cavendish demostró por qué es el hombre más rápido del pelotón. Es seguramente el único en poder superar tantas dificultades a la vez. Como es costumbre su equipo no trabajó como se supone que lo tiene que hacer, dieron un motivo más para regañarles. Para colmo Gert Steegmans, su lanzador, tuvo un problema con el cambio y le dejó un hueco que le obligó a hacer un sobre esfuerzo. Al poco de solucionar ese contratiempo, Danilo Hondo, lanzador del joven Nizzolo, le sacó de rueda y perdió otros dos puestos. No a gusto con la maniobra, al comenzar el esprint el mismo corredor lo desplazó hacia la derecha con mucha sabiduría impidiéndole esprintar en línea recta. Pese a todo ganó Cavendish, desquitándose así del mal fario que tenía este año en pruebas del World Tour.
En la crono por equipos hubo equipos que estuvieron a la altura de las expectativas y otros que no cumplieron ni con su tradición, ni su historial ni con lo que se esperaba de ellos. Citaría sobre todo al Garmin-Sharp y el BMC. Sky sin estar brillante cumplió los pronósticos. El Euskaltel, por desgracia, también, aunque en esta ocasión hay que decir que fueron golpeados por la mala suerte. Mestre pinchó a falta de 2 kilómetros y ahí se esfumaron todas las posibilidades de realizar una buena crono, cosa que estaba ocurriendo hasta ese momento. Pero también es cierto que el hecho de no parar de inmediato a esperar al portugués tampoco ayudó demasiado.
Sin duda la etapa más bonita fue la tercera, en la que un vestigio del ciclismo antiguo, Luca Paolini, ganó una etapa con desarrollo moderno. No es habitual que los hombres de la general se muevan e intenten hacer daño en una etapa en la que teóricamente nada importante puede ocurrir. El sinuoso recorrido y las bajadas técnicas invitaban a ello, por tanto chapeau a los organizadores, pero quedó claro que el ciclismo es de los ciclistas, el espectáculo está ligado directamente a su voluntad de esfuerzo. Y Garmin-Sharp, y sobre todo Hesjdedal, tienen mucha voluntad y valentía. Es, por lo menos, la tercera vez que lo demuestran. Primero en la Vuelta a Cataluña en la etapa de Port Ainé, segundo en la Lieja y, también en el Giro donde no hay que olvidar que el canadiense defiende título. Si a esto sumamos la estrategia del Astana que pretendía una emboscada con Nibali, el resultado fue una etapa extraordinaria donde sólo llegaron 17 hombres en cabeza con Luca Paolini en solitario por haber conjugado la inteligencia, y el nivel físico y técnico en la medida que exigía la etapa. Aunque sea debutante en el Giro de Italia es uno de los pocos maestros del pelotón.
No sin razón a Patrick Levfreve, mánager del OmegaPharma-QuickStep, no le han dolido prendas en increpar a sus corredores por no haber sido capaces de preparar los esprints como se merece Mark Cavendish, pero en esa tercera etapa quien se merece un buen tirón de orejas por parte de los corredores es el propio manager. Puso a trabajar al equipo para llegar al esprint cuando era prácticamente imposible que los esprinters tuvieran alguna opción. No tanto por las subidas, que no eran exageradas, pero teniendo desde el último alto una bajada tan sinuosa y complicada que anulaba cualquier opción de trabajo en equipo y posteriormente solo kilómetro y medio para la meta, estaba claro que pese a poder ir en pelotón los esprinter no estarían en condiciones de ir bien colocados en cabeza. Cavendish, y la mayoría de los esprinters llegaron a más de 8 minutos. El único que cometió la torpeza mayúscula de trabajar para el esprint fue el Omega.
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