El Tour de Francia del centenario ha confirmado a Chris Froome como el mejor especialista de vueltas de ésta década que acaba de comenzar. El keniano-surafricano-británico fue segundo en la Vuelta a España de 2011, cuarto un año después, segundo en el Tour de Francia del año pasado y ganador indiscutible en la edición del centenario. El único que le puede discutir ese reinado es Vincenzo Nibali, seguramente su enemigo número uno el año que viene. Nibali ha ganado desde 2010 una Vuelta a España y un Giro de Italia, ha sido dos veces podium en el Giro y una en el Tour de Francia, tercero en los tres casos.
La edición de este año ha corroborado que algo está cambiando en el ciclismo, hasta los ganadores o los corredores que han estado en el podium o en su lucha han padecido debilidades no exentos de importancia en la general. Froome no parece haber llegado sobrado a la última semana. Hay tres ejemplos claros. En la crono, pese a ser muy exigente y por consiguiente ideal para grandes diferencias, sólo pudo sacar un puñado de segundos, nada que ver con la primera crono donde barrió a todos sus adversarios. En Alpe D’Huez sufrió una hipoglucemia, sinónimo de haber llegado al límite y en Semnoz tampoco anduvo sobrado. Creo que puede haber pagado el haber estado en muy buena forma en la Dauphiné, algo que no conviene.
Quintana, el mejor escalador, también tuvo su momento malo en Mont Ventoux. No pudo aguantar el ritmo de Froome y se desvaneció nada más cruzar la línea de meta. Joaquín Rodríguez, ha terminado pletórico, pero no ha podido mantener ese golpe de pedal durante toda la carrera, en la primera parte estuvo desconocido. Alberto Contador y Kreuzgier, no tanto como Mollema, Ten Dam o Kwiatowski pero han ido disminuyendo en sus aptitudes. Todas estas circunstancias que se citan aquí tienes sus antecedentes en muchos campeones del pasado como Hinault, Lemond, Fignon, Delgado o Roche, ganadores de la carrera y protagonistas de desfallecimientos que desaparecieron llegados los noventa. En los tres últimos años los ganadores han tenido variaciones en su rendimiento que son lógicos y normales, argumentos que refuerzan la credibilidad que se está recuperando.
Ya se puede asegurar con total tranquilidad que la vieja Europa ha perdido su hegemonía. Lleva tres años consecutivos sin ganar la carrera, algo que exceptuando la era Armstrong, no había ocurrido jamás. Y es que además países como Italia y Francia se han tenido que conformar con sólo una victoria parcial, y España si tan siquiera eso. Francia se está recuperando pero le está costando afianzarse. El año pasado lograron cinco victorias de etapa y dos hombres entre los diez primeros. En la edición actual el mejor hombre francés, Romain Bardet, ha sido el 15º. Y este Tour ha dado el golpe definitivo al ciclismo italiano que depende exclusivamente de Nibali para estar a la altura de su historia.
También se ha comprobado que los años no pasan en vano y ha supuesto un punto de inflexión para veteranos tan ilustres como Evans y/o Kloden. De inmediato les ha caído encima todo el peso de una carreras cargadas de éxitos y ya no están para someterse a semejantes cargas. Ambos tendrán que plantearse su futuro y sobre todo los objetivos. Los dos sabes que lo difícil no es llegar sino mantenerse, algo que han aprendido algunos jóvenes que se las prometían muy felices para este año. Sagan, aunque con victoria y clasificación por puntos, no se ha llevado tres como el año pasado. Van Garderen y Thibaut Pinot, quinto y décimo respectivamente el año pasado no han estado a la altura, problema que deberá superar en el futuro Quintana, el más joven en ser segundo desde Ullrich 1996.
El extraordinario Tour de Nairo Quintana ha dado el empujón definitivo a la recuperación del ciclismo colombiano. En su primera participación ha logrado mucho más que ningún compatriota anterior. Nadie había estado tan cerca de la victoria, ni había ganado la montaña y la clasificación del mejor joven en la misma edición. Ha demostrado que puede discutir la victoria a cualquiera y que con un recorrido favorable lo podría incluso ganar, pero habrá que ser cautos porque ahora, de repente, le vendrá todo el peso del éxito, una situación nueva para él que no todo el mundo sabe manejar de forma adecuada.
Durante años se ha estado debatiendo la importancia del equipo para ganar un Tour de Francia. En cuanto se comienza a subir un puerto no son pocos los que se dedican a contar los compañeros con los que cuenta uno u otro corredor como si eso beneficiara a alguno de ellos y perjudicara a otros. Tener el mejor equipo es, evidentemente, una ventaja pero no un requisito imprescindible para la victoria. Eso ha quedado claro una vez más. El Sky ha estado lejos de la hegemonía de la que ha hecho gala en las dos últimas temporadas y en los momentos cruciales Froome ha contado con la ayuda de Porte, suficiente para solucionar los pocos problemas que ha tenido. El equipo se ha clasificado en el noveno puesto, algo parecido a lo que le ocurrió a Evans en 2011 que con el equipo en 14º puesto no tuvo problemas para imponerse en la general. Sin embargo, Alberto Contador, que ha contado con un grupo muy fuerte que se ha impuesto en la clasificación por equipos, ha sido cuarto. Y es que como ha ocurrido en casi todos los casos de los 100 años de la carrera, el ganador ha sido el corredor más fuerte.
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