La bendición de la Virgen de Arantzazu no sirve para superar la crisis. Ésta, y no otra, ha sido la razón de la desaparición de un proyecto que nació en las faldas de Urbia en Diciembre de 1993 y se convirtió en el equipo “oficial” del ciclismo vasco durante 20 años. Nació por la fe ciega de un hombre que creyó en un proyecto casi utópico para la mayoría de la gente. Miguel Madariaga ha pasado muchas noches en vela buscando soluciones a todos los problemas que le han surgido durante estos 20 años y sólo él sabrá las artimañas que ha tenido que utilizar para seguir adelante, pero su trabajo ha tenido un gran mérito y hay que reconocérselo: ha hecho una gran aportación al ciclismo vasco.
El Euskaltel ha ofrecido, sobre todo, la posibilidad de ser profesionales a muchos jóvenes vascos. Ensanchó el estrecho puente que siempre ha supuesto el paso del campo aficionado al profesional. Antes de su creación era prácticamente un milagro encontrar 30 profesionales vascos en el pelotón pero a partir de la creación de la Fundación Euskadi se incrementó a 45 y a principios de la década de 2000 incluso se llegó a los 70, y sin las semiestructuras profesionales de ahora.
Además de eso se convirtió en representante “oficial” del ciclismo vasco, una denominación que gracias a las no numerosas pero si importantes victorias comenzó a utilizarse con más frecuencia en la prensa internacional. Evidentemente había otros ciclistas en otras formaciones y lograban victorias, pero la esa “denominación de origen” se les atribuía a los corredores del Euskaltel porque se sabía que el equipo también era, en parte, el reflejo del sentir y las reivindicaciones de un pueblo.
El Euskaltel también ha hecho otra aportación importante. Al poco de la creación del equipo brotó el sentimiento de equipo entre los aficionados, un sentimiento que jamás ha existido en el ciclismo. Los aficionados a este deporte siempre se han identificado con corredores, con los grandes normalmente. Loroño y Bahamontes arrastraban muchedumbres, Merckx fue endiosado, Hinault levantó pasiones, Indurain creó afición y Armstrong asombró al mundo entero, pero la marea naranja la crearon los aficionados del Euskaltel, ni siquiera los holandeses. Ha sido increíble el sentimiento que ha despertado el equipo, único y pionero.
Pero todo eso se lo ha llevado por delante la crisis. El equipo ha tenido dos fuentes de ingresos desde prácticamente sus inicios: la empresa y el dinero público. Al fallar uno de ellos se ha ido todo al traste, es el destino que tienen las débiles estructuras ciclistas.
Nada se les puede reprochar a las instituciones públicas que han mantenido durante años parte de la estructura del equipo. En mi opinión el deporte profesional se debe autofinanciar y las ayudas públicas deben ser sólo en casos excepcionales y bajo una condiciones muy concretas. Por lo expuesto anteriormente el Euskaltel cumpliría con dichas condiciones pero considero que ha recibido lo que le correspondía e incluso más. Por tanto, por mi parte no objetaría nada al cierre de grifo que se ha dado por parte de las entidades públicas. Con la que está cayendo no considero oportuno seguir manteniendo con dinero público los privilegios de los deportistas de élite.
Ante esta situación una de las soluciones sería que el Euskaltel ampliara su aportación, pero creo que tampoco están para propinas. Por una parte, su radio de acción es limitada porque incluso están teniendo problemas (políticos) para ampliar su red a Navarra. Y por otra, se comenta que unos 300 empleados de la empresa podrían estar en peligro de perder su puesto de trabajo. Por tanto, es evidente que esa vía de solución no es muy factible.
Para pronosticar las consecuencias de la desaparición del equipo no hay que ser muy listo, los jóvenes vascos lo tendrán muy crudo para ser profesionales. Antes de la creación del equipo la salida natural eran los equipos españoles, mucho más que los portugueses, a los que se accedería en la década de los 90, o los italianos, a los que acudieron unos pocos como Astarloa, Chaurreau, Garate, Amets Txurruka o Aitor Hernández. Pero en 1991 en España había 11 equipos profesionales y en 2014 sólo habrá tres, y los grandes equipos del World Tour tiene mucho donde elegir porque en estos 20 últimos años países como Australia, Gran Bretaña o Estados Unidos han incrementado mucho su presencia en el pelotón profesional.
Por tanto, todo aquel amateur vasco que quiera ser profesional deberá acreditar un gran nivel y palmarés, pues de lo contrario lo tendría verdaderamente muy difícil y quizás alguno que pueda realmente valer para el campo profesional se pueda quedar en el camino. Joseba Beloki, que logró, entre otras cosas, tres podiums en el Tour y otro en la Vuelta, seguramente nunca hubiera sido profesional de no ser por el equipo Euskaltel. Sólo ese ejemplo, y hay más, es suficiente para darse cuenta de la pérdida irreparable que supone la desaparición del Euskaltel para el ciclismo vasco.
Así es. Me parece que en el deporte se han creado monumentos con pies de barro. Ciclismo, balonmano(Itsako,San Antonio), baloncesto(Bilbao basket) y nos va a pasar con la pelota(dos docenas de pelotaris a quienes vemos todos los días en la televisión, menos mal que a quí queda la pelota aficionada). Se está acabando la vaca lechera, televisiones, organismos públicos,inmobiliarias y detrás no hay nada ni siquiera aficionados. Hay forofos.