La dimensión que ha adquirido Peter Sagan en el pelotón se puede medir de muchas formas. Una, la más fiable, su palmarés, un compendio de virtudes donde destacan algunas obras de arte como sus victorias en las etapas del Tour de Francia (siete) , los dos mundiales o el Tour de Flandes del año pasado. La exposición mediática que ha tenido desde su precoz presentación también podría despejar las dudas de los iniciados dado que no hay ciclista con más portadas, entrevistas o menciones en la redes sociales. Y si aún alguien osara a poner en entredicho la magnitud del ciclista más admirado y extrovertido, siempre podría recurrir a lo que dicen de él sus adversarios, los cuales comienzan a mostrar signos inequívocos de estar sufriendo la neurosis Peter Sagan.
Algunos como Michael Matthews se lo toman con la tranquilidad y el humor que caracteriza a los australianos reconociendo abiertamente que no sabe cómo batir al ogro del arco-iris, invitando de paso a los aficionados a que si alguien descubre la forma de solucionar ese problema se lo hagan saber. Generosidad al margen, me temo que no le ofrecerán muchas soluciones, alguna recomendación, a lo sumo.
Otros, en cambio, han adquirido lo que yo considero un comportamiento más conservador, una especie de mecanismo de defensa ante la amenaza que supone Sagan para todo aquel que quiera reinar en su territorio. Greg Van Avermaet se encuentra entre ellos. El Campeón Olímpico reconoce que Sagan es su principal rival, pero destaca no tenerle miedo porque ya lo ha batido en más de una ocasión.
No miente el corredor del BMC. Cualquiera que se moleste en ver el final de etapa del Tour de Francia con meta en Rodez, comprobará que Van Avermaet batió al actual Campeón del Mundo con sus propias armas al igual que lo hizo en sendas etapas de las dos últimas ediciones de la Tirreno Adriático, la Het Nieuwsblad o en el G.P. de Montreal. Y también podría citar a Michael Matthews, Simon Gerrans, Matteo Trentin, Alejandro Valverde, Zdenek Stybar o Alexandre Kristoff por haber realizado idéntica hazaña en situaciones similares.
Sin embargo, habría que puntualizar que la mayoría de los casos citados se dieron antes del punto de inflexión que supuso para Sagan el Campeonato del Mundo de Richmond en 2015, cita donde enderezó de un golpe seco la caída de una vida deportiva que hasta la temporada 2014 venía teniendo una progresión meteórica. En Richmond Sagan no solo ganó su primer entorchado mundial, también se apoderó de la confianza, la madurez y la tranquilidad para volver a poner en juego todo su abanico de virtudes que lo han convertido en prácticamente imbatible, hecho que se ha transformado en una obsesión persistente para todos sus rivales que ante el miedo de enfrentarse a tal dura realidad intentan esquivar con estrategias psicológicas lo que les martiriza en su interior.
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