A excepción de los seguidores más radicales del Sky, la felicidad en el Tour de Francia sólo duró un día para la mayoría de los aficionados, el día con final el Foix, la etapa más corta de la historia del Tour y la más espectacular de la historia reciente. Con Aru de líder por el breve desfallecimiento de Chris Froome en Peyragudes , fue el día en el que se rompió la barrera psicológica de la derrota anticipada ante el inglés y su equipo, la jornada en la que todos se creyeron campeones, vencedores del Tour, una proclamación por la libertad, una reivindicación de corredores pidiendo más galones (Mikel Landa) o la reclamación de un estatus que ya le está quedando grande (Alberto Contador). Fue una delicia de etapa, lo que un día fue el ciclismo y lo que debería ser en el futuro.
Ésta última semana comenzó con el dominio de Marcel Kittel en el esprint, territorio del que se ha hecho dueño y señor en este Tour. Con cinco victorias (de momento) ha superado aquel fulgurante comienzo que tuvo en los años 2013 y 2014 (4 victorias en ambas ediciones) y se interrumpió de forma sorprendente y sin justificaciones convincentes. La versión oficial de un virus se quedó corta pero a tenor de su dominio son problemas que pertenecen a un pasado que no ha dejado rastro alguno.
Posteriormente llegaron dos victorias galas que sumando a las otras dos logradas por Arnaud Demare y Lillian Calmejane en la primera semana suman cuatro, cantidad desconocida desde 2012. El ciclismo galo es digno de elogio, dado que no hay país que se haya reciclado como el francés tras el duro golpe del doping. Antes de la Operación Puerto había 5 equipos del más alto nivel con licencia española (Illes Balears, Liberty Seguros, Kelme, Sauner Duval y Euskaltel), posteriormente solo se ha mantenido el Movistar. En Alemania, por el mismo motivo, no solo desaparecieron el Telekom y el Gerolsteiner sino todas las carreras por etapas. En la actualidad solo tiene dos carreras en el Wolrd Tour: el G.P. de Frankfurt y Hamburgo, dos carreras de un día. En cambio en Francia ni el terremoto Festina (1998) ha mermado la fuerte estructura que mantienen a todos los niveles. Si aisláramos a todos los países, Francia sería el único que se mantendría en la élite de forma autónoma. Cuenta con dos equipos World Tour (AG2R y FDJ), otros dos muy potentes en la categoría Profesional Continental (Cofidis y Direct Energy), y otros dos en la misma categoría aunque algo más débiles (Fortuneo y Delko Marsella). Y otro más que crearán para la próxima temporada, el Vital Concept, que pretende correr el Tour de Francia. Pese a llevar 32 años sin ganar el Tour de Francia tienen jóvenes prometedores que ya se han presentando en el pódium de París (Pinot y Bardet) y al margen del Tour de Francia, la París-Niza, el Criterium de la Dauphiné, la París-Roubaix o el Bretagne Classica, un calendario que es la envidia de todos los países.
Además no ganaron cualquier etapa, si no las más espectaculares. Es imposible que una etapa deje más consecuencias que la de Peyragudes (la que se llevó Romain Bardet) disputando tan sólo 200 metros. El vacío que sufrió Froome en esa distancia fue tan grande como inesperado. Cedió 22 segundos, el liderato y la corona de monarca que ha tenido desde su primera victoria en París en 2013. Y al día siguiente, camino de Foix, llegó la revolución. El Sky pasó de tener el control absoluto de la carrera a atacar en tromba con Landa, Kwiatkowski y hasta con Froome en algunos momentos. Contador y Quintana no se resignaban a pasar por este Tour como si fuera un homenaje a dos estrellas del pasado y, replanteados los objetivos que tenían en un principio, plantaron batalla presentándose como lo que son: dos campeones. Bardet, Uran y Dan Martin, vieron, de repente, abrirse, la puerta que mantenía cerrada desde 2012 el Sky, y se lanzaron, convencidos, a por la victoria. Aru, el líder, se defendió como gato panza arriba y entre todos ellos y Barguil, el vencedor en meta,
ofrecieron un espectáculo exquisito que será difícil de olvidar. No fue el típico tran-tran al que nos tienen acostumbrados los equipos más fuertes, ese ciclismo que somete a corredores que podrían estar luchando por la general a labores de gregario, nada que ver con ese catenaccio que aburre a las vacas. Fue un ciclismo con mayúsculas realizado por los hombres más fuertes del pelotón sin, casi, la ayuda de gregarios, y en, algunos casos, en su mejor versión.
Pero ocurre que al día siguiente, en Rodez, Aru, el líder, cometió el error de entrar mal colocado en las calles anteriores a la cuesta final (500 metros), y como tampoco tuvo fuerza para remontar, cedió el líder a Froome, que como acostumbra él y su equipo, lo hicieron todo bien. A veces me sorprende la poca profesionalidad de los mejores corredores y sus equipos cuando se están jugando tanto. Bastaba con mirar al Tour de 2015 para ser conscientes del peligro que conllevaba esa llegada. Entonces ganó Van Avermaet, segundo esta vez por detrás de Matthews que le imitó en todo al Campeón Olímpico, hubo cortes en el pelotón y muchos de los que disputaban la general (Froome, Nibali, Contador, Valverde…) entraron entre los diez primeros. Pues nada, Aru no se enteró de todo eso y perdió el liderato. Y no me vale la excusa tan recurrida de no tener equipo, cuando uno carece de equipo tiene que ir a rueda de los adversarios que si lo tienen, en este caso de Froome o Bardet, pero el italiano no hizo ni lo uno ni lo otro, por lo que para desgracia de la carrera pero alegría del Sky, el Tour de Francia retornó al punto de partida, que no es otro que al dominio del equipo inglés.
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