Chris Froome ya tiene en su palmarés un cuarto Tour de Francia, carrera que, en mi opinión, ha supuesto este año un punto de inflexión que ha abierto un nuevo horizonte. Su victoria no ha sido tan incontestable como las tres anteriores en la que nadie se atrevió a toserle. No se ha impuesto en ninguna etapa y las diferencias han sido más pequeñas que en cualquiera de sus victorias pasadas por lo que creo que su rendimiento ya ha tocado techo y que ello abre una puerta a la esperanza para los corredores que quieran ganar la carrera francesa en un futuro próximo, en la que se sitúan en primera fila el ganador del Giro de Italia Tom Dumoulin y Mikel Landa, la gran estrella de la carrera francesa tras su jefe Froome.
El dominio que ha impuesto Froome a sus rivales no ha sido tan absoluto como el de su equipo el Sky, que ha llevado la carrera con una rotundidad total y sin dejar ninguna grieta a las posibilidades de sus adversarios. Creo que sus contrincantes temían más al equipo que al propio líder, que no ha sido capaz de disimular alguna deficiencia que se le desconocía (Peyragudes). La fortaleza del equipo ha supuesto una barrera psicológica que este año no ha podido ejercer Froome. Han corrido de una forma ordenada, ortodoxa y conservadora, que es la mejor táctica cuando se cuenta con el gran favorito. Es cierto que el Sky no levanta demasiadas simpatías más allá de sus seguidores más entusiastas pero es algo lógico. Ningún equipo del mundo ha sido muy querido cuando ha incorporado nuevas y revolucionarias formas de actuar y organizarse poniendo en entredicho el quehacer de los equipos con filosofía tradicional instalados en el poder cómodamente. El Panasonic, la Renault, la Vie Claire, la ONCE, el US Postal o el actual Sky siempre han sido criticados, pero es justo reconocer que todos esos equipos han hecho aportaciones importantes que más tarde han incorporado otros equipos por el beneficio que han supuesto en muchos sentidos. En ese aspecto hay que alabar el mérito del Sky porque ningún equipo ha logrado tanto en tan poco tiempo. Se creó casi de la nada en 2010 y siete años más tarde tienen 5 Tours, un logro que los británicos ni tan siquiera se atrevieron nunca a soñar.
En mi opinión es criticable que existan equipos tan potentes y con unas diferencias de presupuesto tan abismales como que el Sky triplique el presupuesto de, por ejemplo, el Cannondale o el AG2R, por mencionar a los dos conjuntos que han estado en lo más alto del pódium junto al conjunto británico. Eso tiene una incidencia directa en el espectáculo, que es lo que me preocupa. Pero eso no es culpa del Sky que lo único que hace es aprovechar sus infinitos medios para intentar obtener el rendimiento más alto posible. Ese es un tema que debería corregir la UCI con normativas más justas sin permitir que el presupuesto de unos pocos equipos se anteponga de forma tan clara ante otros valores más importantes.
Volviendo a Froome hay muchos datos que indican la probabilidad de haber llegado a su máximo. Por una parte sus propias declaraciones, que si han sido sinceras evidenciarían el coste que le ha supuesto esta cuarta victoria. Por otra, la inesperada interrupción de lo que ha venido siendo habitual en sus victorias. Acostumbrado a realizar portentosas demostraciones en montaña o cronos (crono de Chorges en 2013, Mont Ventoux 2013, Ax 3 Domaines 2013, La Pierre de Saint Martin 2015, crono de Mégeve 2016) en esta ocasión no ha sido capaz de dejar a nadie de rueda y, además, ha sufrido algún desfallecimiento nada habitual (Peyragudes). Si nos fijamos en la diferencias que ha obtenido ante, no solo los hombres del pódium, si no ante los diez primeros, se ha quedado más corto que en otras ocasiones y otros grandes campeones, por lo que podría suponer un dato más ante los síntomas que intentamos demostrar.
Aunque no sean datos oficiales y por tanto algo dudosos, parece que su máximo rendimiento lo tuvo el día del pinchazo camino de Le Puy en Velay donde en la caza de sus adversarios rindió a 6.20 w/kg durante 20 minutos, tiempo algo reducido si lo comparamos con los 40-45 que rendía en los años anteriores.
Dicho todo esto, también hay que reconocer que Froome ha sabido gestionar de forma brillante todas y cada una de las situaciones complicadas que le ha presentado la carretera, los adversarios y todo lo que rodea a un líder del Tour de Francia que es mucho. No es nada fácil superar la presión, la obligación de cumplir con unas expectativas que pueden ser propias o ajenas o ambas a la vez. Miren a Romain Bardet. No hay razón física que explique el hundimiento repentino que sufrió en la crono final y que casi le cuesta el pódium. El motivo sólo puede ser psicológico. Nadie conoce ni como ni porque afecta tanto una presión excesiva, solo se conocen sus consecuencias, que son nefastas para el protagonista. En eso, Froome ha demostrado un saber estar y una personalidad que el resto de sus adversarios carecen de momento y que le valdrá para presentarse en primera línea de salida también el próximo año.
Otro corredor que ha dado mucho que hablar ha sido su compañero Mikel Landa, un portento aún sin pulir del todo. Su rendimiento y elegancia en montaña ha dejado atónitos a más de uno. Y no es para menos teniendo en cuenta que ha disputado el Giro de Italia. Es cierto que lo hizo de forma alterna, disputando solo aquellas etapas que le interesaban y permitiéndose el lujo de poder levantar el pie y recuperar mejor los esfuerzos que los hombres de la general tienen que realizar obligatoriamente de forma continúa. Pero también es verdad que la mayoría de esas etapas se encontraban en la última semana por lo que es de destacar su capacidad de recuperación, requisito imprescindible si se quiere sobresalir en una prueba por etapas de tres semanas.
También es cierto que ha corrido de forma desahogada en cuanto a responsabilidades y que en ese aspecto no ha sufrido el desgaste continuo que padecen los favoritos, pero también ha sufrido las ataduras lógicas que conlleva ser gregario. No ha tenido más libertad que aquella que le ha interesado a su equipo (la etapa con final en Foix) y ha corrido, en ocasiones, con el freno echado, una situación muy incómoda para un corredor que ama la improvisación y odia la subordinación. Hay corredores que son metodología pura, como su líder Froome, y otros como él, puro arte, fruto de la clase.
Es probable que este año no haya podido revelar todo su poderío, pero la progresión que ha demostrado en la crono, junto con la madurez que ha obtenido por todo lo vivido durante la carrera, le ha dejado dispuesto para disputar la victoria final incluso en el Tour de Francia.
En resumen la victoria de Chris Froome no permite mucha discusión, y pese a la falta de contundencia de otras ocasiones ha sido el mejor. A mi me ha parecido que siempre ha tenido la situación bajo control, nada que ver con el liderato de Aru, a quien se le vio de inmediato que el maillot amarillo le venía grande. Ha sido un Tour de Francia que ha tenido mucho de noticias positivas: la sorpresa de Rigoberto Urán, la recuperación de dos jóvenes como Warren Barguil y Marcel Kittel, la confirmación de Bardet y Arnaud Demare o las perfectas ejecuciones de hombres como Sagan, Matthews, Calmejane, Mollema, Roglic o Boasson Hagen. Pero también ha tenido, como no, su cruz que comenzó con las caídas y posteriores retiradas de Alejandro Valverde, Ion Izagirre, Mark Cavendish o Richie Porte, corredores importantes que hubieran cambiado el devenir de la carrera y quién sabe incluso su resultado.
Tampoco ha sido un Tour positivo para Nairo Quintana, Alberto Contador, Andre Greipel, Kristoff o Bouhanni. El colombiano ha pagado el error de intentar prácticamente lo imposible, ganar Giro y Tour. Todos los corredores que disputaron la general del Giro de Italia (Quintana, Pinot y Mollema) han estado muy por debajo de su rendimiento habitual. Alberto Contador, que aunque a base de arrojo ha ofrecido algunos destellos de lo que fue, ya no está al nivel de poder disputar el Tour de Francia, carrera en la que lleva 7 años sin pisar el pódium. A Greipel es probable que con 35 años le haya abandonado la velocidad que le ha permitido estar ganando durante los últimos 10 años etapas en la grandes vueltas y 6 ininterrumpidas en el Tour de Francia, enfermedad que también parece haber sufrido, Kristoff pero con 5 años menos. Bouhanni sigue reivindicando que es el mejor esprinter francés declaración que no ha podido demostrar sobre el asfalto.
El Tour de Francia 2017 ya es historia y para mi la impresión general es que ha dejado una puerta abierta a las esperanzas de los posibles ganadores del futuro. La barrera psicológica que ejercía el Froome más poderoso ha caído por su propio peso, y creo que corredores como Richie Porte, Tom Dumoulin, Mikel Landa, Romain Bardet o Nairo Quintana se presentarán en la siguiente edición con el firme convencimiento de que la victoria es posible.
Responsable: Biolaster, S.L, finalidad: Dar respuesta a las solicitudes de información, legitimación: consentimiento del interesado, destinatarios: no se comunicarán datos a terceros, derechos: Acceder, rectificar y suprimir los datos, así como otros derechos, como se explica en la información adicional. Política de Privacidad.