Alguien, no recuerdo exactamente quien, dijo en su día, tampoco sé cuando, que a Alberto Contador nada humano le derrotaba, pero es evidente que estaba equivocado y que debía haber atribuido esa frase a Peter Sagan en referencia a los Campeonatos del Mundo, carrera en la que lleva ya tres títulos consecutivos, algo histórico. Y teniendo en cuenta que, aún, cuenta con 27 años, sólo él podría alcanzar, el récord, también histórico, de ganar cuatro veces el entorchado mundial, logro que no pudieron conseguir en su día Alfredo Binda, Rik Van Steenbergen, Eddy Merckx y Oscar Freire, los cuatro hombres anteriores a Sagan en lograr tres medallas de Oro.
Sagan es un ciclista histórico y especial, casi el único que reúne todas las características que se les exigen hoy en día a los deportistas. Además de ser un ganador nato, es puro espectáculo, un ciclista con un magnetismo potentísimo capaz de enloquecer a sus seguidores, atraer a las masas y hacer olvidar a los amantes del ciclismo más tradicional sus salidas de tono o comportamientos extravagantes.
El eslovaco es del agrado de todos, a veces arrogante pero sin perder el origen humilde que le lleva a acordarse de compañeros fallecidos (dedicó la victoria a Michele Scarponi, muerto este año al arrollarlo una furgoneta mientras entrenaba) y emocionarse cuando lo recuerda. Vamos, un reclamo publicitario de primer orden.
Ganar un Campeonato del Mundo es muy muy difícil, por no decir prácticamente imposible para la gran mayoría de los ciclistas y lo es mucho más cuando todo el mundo corre en contra de uno. Por eso tiene más mérito que nunca éste tercer entorchado. Lo único que buscaban las tres selecciones más fuertes (Bélgica, Italia e Holanda) era arrinconar a Peter Sagan. Todas las demás opciones podrían ser válidas y por eso comenzaron a arrancar a falta de 70 kilómetros y meter hombres como Tim Wellens, De Marchi o Lars Boom en las escapadas, e incluso intentarlo más tarde con Dumoulin (en dos ocasiones) o con Langeveld. Hicieron, estratégicamente, lo que debían. No pudieron hacer más porque entró en juego Francia, que controló las escapadas para Julian Alaphillipe, que a punto estuvo junto al italiano Gianni Moscon, de dar un disgusto a quienes pretendían llegar al esprint.
Mientras tanto Sagan se mantuvo impasible, característica que se ha atribuido para sí desde que ganó su primer mundial y le dio la tranquilidad que antes no practicaba. En otros tiempos, Sagan hubiera saltado a por Alaphillipe y Moscon, e incluso hubiera intentado remacharlos, pero la madurez le ha enseñado a saber esperar, una cualidad imprescindible en una carrera tan larga como el Campeonato del Mundo (276,5 kilómetros) donde todos los gramos de fuerza son decisivos. Sagan esperó pero sin estar quieto colocándose a rueda del local Alexander Kristoff que, obligado por su falta de velocidad pero una resistencia sobresaliente, se vio obligado a lanzar el esprint desde muy lejos con el rival más peligroso a rueda. Aquí hay que destacar el mérito del noruego porque a cualquier otro ciclista le hubieran adelantado todos aquellos que traía a rueda pero Kristoff aguantó estoicamente desafiando incluso al propio Sagan, que expuso que la diferencia sideral que existe entre el arco-iris y la tierra es, a veces, de unos pocos centímetros.
Con esa victoria Sagan no hizo más que reafirmar lo que ya todo el mundo conoce, ser poseedor de un abanico de posibilidades casi infinito que están recogidos en sus tres mundiales. En Richmond ganó en solitario yéndose en un repecho y aguantando con el pelotón encima; el Doha batiendo a, quizás, el mejor esprinter de todos los tiempos, Mark Cavendish, (30 victorias en el Tour de Francia); y en Bergen en un esprint reducido, haciendo gala de una lectura de carrera tanto técnica como táctica extraordinarias y dejando en evidencia a potentísimas selecciones que nada pudieron hacer para impedir su victoria.
Lo más probable es que la cuarta victoria del Mundial no llegue el año que viene en Innsbruck, seguramente excesivamente duro para sus cualidades (casi 5.000 metros de desnivel), pero Sagan puede esperar y la historia también.
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