El Tour de Francia se ha abierto al futuro lo que le permitirá encajar de una forma más adecuada en los gustos de, creo, la mayoría de los aficionados. El recorrido del año que viene ofrece un repertorio de muchas de las características que hacen grande este deporte: abanicos, pavés, llegadas en repechos, crono por equipos e individual y una combinación ideal de etapas de montaña largas y cortas, lo que obligará al ganador a algo más que a pedalear como un loco.
La mayor novedad de la edición del año que viene dada por la reducción del kilometraje en etapas que se consideran decisivas: dos de montaña, La Rosiere en los Álpes y Saint Lary Soulan en los Pirineos, y una crono entre Sempere y Ezpeleta. Nunca el Tour de Francia había tenido dos etapas tan cortas de montaña ni tan poca crono, algo que puede resultar espectacular por muchas razones. Primero porque en las etapas largas y duras el control de los equipos más fuertes es tan estrecho y el miedo a reventar tan grande que nadie ataca hasta sentirse completamente seguro, o sea, a unos pocos kilómetros (o metros) de la meta. La etapa de montaña más larga de éste año terminó casi al esprint (Peyragudes). En cambio, en la más corta, la de Foix (sólo 101 kilómetros), los ataques comenzaron prácticamente desde la salida y el resultado fue verdaderamente grandioso, de lo mejor que se vio en toda la carrera. En estas etapas tan reducidas, la osadía y el coraje sobresalen ante el temor a reventar y siempre existen muchas más posibilidades de ofrecer un ciclismo de ataque, que es lo que quiere todo el mundo. La intensidad a la que someten al equipo que quiere controlar la carrera es tan elevada que acaba rompiéndose el mil pedazos. Hay muchos más corredores que pueden hacer muchos kilómetros a una intensidad media, que aquellos que pueden desarrollar un gran rendimiento en una distancia más corta y esa circunstancia solo permite el protagonismo de los más fuertes, que es lo que desean los aficionados. Es cierto que como ocurrió, también, en la etapa de Foix un equipo (el Sky en ese caso) puede tener superioridad numérica, pero las posibilidades que se abren son infinitamente mayores porque los protagonistas son mucho más peligrosos que aquellos que atacan solo para ganar la etapa, que es lo único que ocurre en etapas largas.
Además también habrá etapas durísimas (dos etapas tendrán un nivel alrededor de 5.000 de desnivel) que obligarán a llevar hasta el extremo la capacidad de resistencia de los ciclistas por lo que se mantiene intacto uno de los pilares de este deporte. Tampoco es una revolución a ciegas.
En cuanto a la distancia contra el crono puede parecer muy escasa, pero seguro que es suficiente para equilibrar las que se consigan en las etapas de montaña, que actualmente son ridículas por la homogeneidad que existe, también, entre los mejores corredores. Ciclistas como Quintana, Bardet, Landa, Uran, Nibali, Pinot, Aru, Zakarin, los Yates, o Dan martin siempre tendrán más posibilidades con 31 kilómetros de crono ante Froome, el gran favorito, que con 60 o 100 que es lo venía siendo costumbre en el pasado. Eso sí, este recorrido tendrá un gran damnificado, Tom Dumoulin. El ganador del Giro hubiera sido uno de los grandes favoritos con recorridos como los que se encontró Miguel Indurain en la década de los 90 y/o posteriores, pero no en éste. Y seguramente Richie Porte también hubiera preferido más crono y menos etapas nerviosas en las que la lectura de la carrera y el don del oportunismo será crucial, algo que para su desgracia no anda sobrado. Pero todo hace indicar que son más los beneficiados que los perjudicados y por eso considero que su diseño es moderno y acertado.
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