Mathieu Van der Poel tuvo que luchar contra el rival más duro que se presentó en la línea de salida del Campeonato del Mundo de cyclo-cross de Valkenburg: él mismo, y salió derrotado de la contienda, que es lo que pasa cuando se lucha en esas condiciones. En cambio Wout Van Aert nada tenía que demostrar, durante esta temporada se ha acostumbrado tanto a ser derrotado por Van der Poel (25 victorias a 5) que un golpe más no hubiera supuesto nada más que el cumplimiento de todos los pronósticos razonables. Al margen de la fe, solo cabía esperar algún contratiempo de Van der Poel para una victoria belga, algo que ha ocurrido en casi todas las victorias de Van Aert en esta temporada.
Pero es sabido que la fe, en ocasiones, mueve montañas, o eso dicen, y Van Aert movió la ladera del Cauberg para proclamarse por tercer año consecutivo en Campeón del Mundo de una especialidad que abandonará al final de temporada, o sea, dentro de quince días, para centrarse en la carretera con el sueño puesto en la Roubaix. El belga tuvo el día perfecto en el lugar adecuado y en el momento oportuno. Y en esos días Van Aert, además de elegante, es prácticamente imbatible sobre el barro. Rueda con una cadencia que muchos corredores de ruta quisieran para el llano, y ejecuta todas las acciones técnicas con una solvencia digna de elogio, trazando y recortando cada dificultad del recorrido con una precisión milimétrica. No comete errores. Todo fluye lejos de todo tipo de razonamiento.
Así ha sido también Mathieu Van der Poel durante toda la temporada, y así se lo reconoció Van Aert con el Oro brillando en su pecho, pero por alguna razón que aún nadie ha aclarado, el brillante holandés no estuvo a la altura de las circunstancias. A mi se me ocurre solo una respuesta: la presión. Van der Poel, y casi todos de los más de 25.000 asistentes al circuito esperaban que se cumpliera el guión de cada fin de semana, pero cuando alguien o algo trastoca un esquema supuestamente inquebrantable y no se está preparado para buscar una solución de forma inmediata, todo se puede venir abajo. De repente, por razones difíciles de objetivar, el cuerpo desoye las órdenes de una mente angustiada intentando buscar una respuesta. Es como si, en un instante, el ritmo acompasado de todos los órganos involucrados en el rendimiento se desequilibrara y no hubiera forma de volver a organizarlo para que funcionara como de costumbre. No encuentro otra explicación lógica a lo que padeció Van der Poel. No es sólo que Van Aert se saliera de la tabla, que también, es que el holandés tuvo que emplearse a fondo para pelear por el pódium con corredores que no ha visto en toda la temporada.
Dicen algunos especialistas en la materia que la nostalgia se instala en el ADN de los refugiados, quizás el miedo a la cita mundialista esté alojada en el interior del joven Mathieu. Su padre, Adrie, aunque en otras circunstancias, fue 5 veces segundo en el Campeonato del Mundo de la especialidad, y dos veces tercero, y no es la primera vez que su hijo se ve superado por las circunstancias en el Campeonato del Mundo. Siendo Sub-23, y en la localidad natal de su padre, Hoogerheide (Holanda), en 2014, Mathieu era el principal favorito y, casualidades de la vida, fue tercero precedido, como en Valkenburg, por Van Aert y Michael Vantourenhout. En Zolder (Bélgica) 2016, se trabó con Van Aert en una curva y ahí se le fue el campeonato. Y el año pasado en Bieles (Luxemburgo), yendo primero con diferencia, sufrió tres pinchazos que le impidieron llevarse el trofeo que sin duda merecía. La cuestión es que a menudo, que no siempre, le pasa algo en la cita mundialista, aunque es justo subrayar que en 2015, en su primer año en la categoría Elite y con solo 20 años ya se proclamó Campeón del Mundo (también había sido en dos ocasiones en Juniors).
Pese a todo Mathieu Van der Poel demostró una personalidad fuera de lo común a su edad (23 años), porque por dignificar su actuación y no permitir la humillación total de los belgas en territorio holandés luchó con orgullo por tener un huequito en el pódium y reconocer sin tapujos la exhibición de Van Aert y su propio fracaso, algo que le honra y le ayudará a sobrellevar el descalabro sufrido en Valkenburg.
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