Marc Soler aprende y progresa rápido, dos cualidades imprescindibles para un joven que quiera llegar a lo más alto. En apenas un año ha pasado de ser el 24º en la París-Niza a ganarla exhibiendo muchas de sus cualidades, sobre todo valentía y capacidad física, dos caracteres esenciales para ofrecer un gran ciclismo. Soler vio en primera persona lo que se puede lograr aunando esas habilidades cuando no existe un control inquebrantable en el pelotón y cuando la clasificación está apretada, situaciones que la carrera francesa ha ofrecido en los tres últimos años. El año pasado tomó nota de lo que hizo Alberto Contador, ciclista al que admiraba, cuando la lió parda atacando a unos 40 kilómetros para la meta. Él lo ha mejorado.
De su carrera destacaría dos cosas. Una la progresión en la crono. Nunca había logrado semejante resultado, y menos en una prueba de tal prestigio. Y tan importante como eso es haber terminado la carrera así de fuerte. Su mejor día ha sido el último, algo a destacar en una carrera tan dura, por recorrido, rivales y meteorología. La víspera se le vio sufriendo, sin alegría para atacar e intentado aguantar como podía resguardado bajo Richard Carapaz, otro corredor que también progresa a pasos gigantes. Sin embargo, recuperó muy bien ese sobre esfuerzo, algo que corredores más veteranos que él no pudieron hacer. Demostró también no achicarse ante responsabilidades que se les atribuyen a los grandes líderes.
Tras lo del domingo todo el mundo se ha volcado en elogios hacia el corredor de Vilanova i la Geltrú. Comparaciones con Miguel Indurain y Alberto Corredor, recordatorios de las declaraciones del año pasado de su compañero Alejandro Valverde asegurando que sería capaz de ganar aquello que se propusiera, relevo natural del ciclismo español, la valentía de correr a lo Contador etc, han llegado tanto de la prensa nacional como la extranjera, algo que es tan negativo para el ego como agradable para el oído. Lo peor que puede hacer Soler ahora es bañarse en esas (estas) loas que le llegaran por todas partes y entrar en esa burbuja que por protegerse de lo de fuera te come desde dentro. Afortunadamente no parece que haya peligro. Es frio y tranquilo, y parece natural, sencillo, amable y agradecido con sus compañeros, una naturaleza que exhibió como nadie Miguel Indurain.
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