Al cruzar la línea de meta tras una hora de esfuerzo agónico, Mathieu Van der Poel soltó un resoplido como nunca antes lo había hecho. Había ganado el Campeonato del Mundo, su segundo arcoíris en la categoría Elite, el triunfo más ansiado en los tres últimos años, pero, de paso, había logrado otro triunfo no menos importante: eliminar por completo el miedo escénico.
Hubo un momento, justo cuando había sido atrapado por Wout Van Aert tras una vuelta intentando romper la carrera, que aparecieron todos los fantasmas del pasado. Los mismos que en Zolder, en Bieles, y sobre todo en Valkenburg. Atacar tan temprano tiene sus riesgos. Si sale bien no presenta problemas, pero si eres atrapado, las carencias quedan a la vista.
Era la única carta a la que podía jugar Van Aert, la guerra psicológica. En la física, sabía de sobra que nada podía hacer. Se pegó a la rueda del holandés e intentó que los nervios se apoderaran de él, que sintiera todo el peso de la obligación por ganar, que dudara como lo hizo en Zolder en 2016 o en Valkenburg en el campeonato anterior. Que sintiera el miedo a perder, a fallar, de nuevo, en los pronósticos que no vacilaban en su veredicto. Intentó provocarle ese escalofrío que se produce cuando se rompe la conexión perfecta entre la mente y el cuerpo, bloqueando la producción de energía, dejando los pulmones sin aire, el corazón sin latido y la menta vacía. No lo logró, Van der Poel no estaba dispuesto a otro fracaso en el mundial. Aceleró en el casi único tramo donde se podía desbancar a los rivales, una pendiente lateral, un peralte que si no se cruzaba a cierta velocidad te echaba para fuera. Ahí terminó la carrera. Van der Poel voló como lo ha hecho durante toda la temporada y Van Aert cruzó la línea de meta en segunda posición, tal como lo ha venido haciendo durante toda la campaña. Una temporada muy dura para él, porque no es agradable salir derrotado cada fin de semana y menos con el maillot arcoíris, es como perder un derby cada domingo.
Van der Poel salió aliviado de Bogense con un maillot que le pertenece por derecho propio. Van Aert también.
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