Cambiando de protagonista este Giro de Italia tiene numerosas similitudes con su edición anterior. Sustituyendo el nombre de Simon Yates por el de Primoz Roglic el atento espectador obtendría una imagen idéntica de la situación, pues hay un corredor que tras el primer examen importante que ha sometido el recorrido a los corredores ha tomado una distancia considerable en lo físico y sideral en lo psicológico. Roglic ha dejado al borde de la depresión a muchos escaladores que se presentaron en Bolonia en la primera línea de salida: Landa está a 4’52’’; López a 4’29’’; Simon Yates a 3’46’’ y Nibali a 1’44. Exceptuando a Nibali, la situación es tan nefasta para el resto que hombres más humildes y sin tanto rango comienzan a contar a la par en las quinielas. Pello Bilbao sexto el año pasado es uno de ellos, Carapaz, cuarto en la edición de 2018, otro.
En esta situación a Primoz Roglic se le presenta una ocasión única para repetir lo que viene haciendo en cada carrera que está disputando últimamente. Desde abril de año pasado ha ganado seis vueltas, seis de las ocho en las que ha tomado parte, pero sabe que una vuelta de tres semanas es otra cosa, que exige una gestión de las fuerzas mucho más exhaustiva, una recuperación de las mismas mucho más urgente. Si algo hemos aprendido de los últimos Giros es que nada es lo que parece en Italia, que lo imposible se puede convertir en factible de la noche a la mañana, de un puerto a otro. En 2016 Kruijswijk se las prometía felices a cuatro días del final. No lo ganó. Yates estaba arrasando el año pasado y, de repente, cayó hasta el 21º puesto.
Roglic no sólo se debe preocupar de su rendimiento, también de la situación que sin duda intentarán desarrollar sus muchos adversarios, más dolidos que nunca después de lo de San Marino. Hay cuatro equipos con una artillería terrible para preparar la tormenta perfecta: Astana (Bilbao y López), Movistar (Carapaz y Landa), Bora (Majka y Formolo) y Michelton (S.Yates y Nibali), tienen potencial suficiente para hacer la vida imposible a Roglic y su equipo, que a priori puede tener serías dificultades si la ofensiva se lanza desde lejos y de forma conjunta. Si esperan al último puerto están perdidos porque ahí Roglic no debería tener mayores problemas, en esos casos la lucha de reduce al cara a cara y ahí se puede desenvolver sin problemas si es capaz de mantener su actual pedaleo.
La carrera plantea un mar de posibilidades, pero nunca es sencillo cristalizar la teoría en la práctica. Casi nunca se da una alianza de tal envergadura entre los atacantes que no pueda solventar de forma favorable el equipo del líder. En ocasiones, incluso los aspirantes al primer puesto se perjudican mutuamente porque priorizan sus logros ante el objetivo común, y además Roglic cuenta con una amplia ventaja con respecto a la mayoría, lo que le permite no tener que apresurarse en sus decisiones, que de otra forma podrían llevarle a cometer alguna equivocación de difícil solución. Roglic debería establecer como prioridad una estricta vigilancia sobre Vincenzo Nibali, en mi opinión el peligro más patente. El italiano es un auténtico maestro en la pesca en aguas revueltas y si el resto de corredores comienzan a revolotear él puede llevarse la pieza más preciada como lo ha hecho en no pocas ocasiones en el pasado. Nibali está en una situación de poder apostar a todo o nada, que es lo único que le puede llevar a una posible tercera victoria en la carrera. Si juega a por un puesto se convertirá en el mejor aliado de Roglic, pero estoy seguro que esperará pacientemente para darle la estocada en el momento más inesperado. Es su especialidad.
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