La etapa más dura de la Vuelta a España ha dejado una evidencia que no permite discusión: el equipo Movistar es justamente la antítesis de lo que proclama el mensaje en sus anuncios. El “rodamosjuntos” no tiene ningún sentido si el equipo se comporta como camino a Cortals d’Ecamp. Los gestos del siempre disciplinado y bondadoso Marc Soler hablan por si solas y deja un testimonio claro que ningún mensaje publicitario, declaración de los corredores o video de grupo puede acallar. Soler, en principio, se negó a esperar a Nairo Quintana cuando, por lo visto, el director le ordenó que le echara una mano al colombiano. Al final, antes de que le reventaran el tímpano, cedió y de mala gana hizo lo que buenamente pudo, o seguramente algo menos.
Lo primero que indica esa circunstancia es que la convivencia con Nairo Quintana no es la adecuada dentro del equipo. Creo sinceramente que si hubiera sido para ayudar a Valverde, Soler no hubiera puesto tantos reparos. Aunque en un principio pueda parecer que la estrategia de Movistar era una apuesta seria de cara a la clasificación general, yo diría que ni ha mejorada la situación de la misma y se han quedado sin una etapa que el catalán tenía en la mano, algo que le hubiera venido de perlas para recuperar la confianza que necesita urgentemente para volver a ser el corredor que prometía.
¿Alguien me puede concretar la ventaja que en tiempo ha supuesto para Nairo Quintana el hecho de ir a rueda de Soler en los dos últimos kilómetros? O ¿cuántos segundos más ha podido sumar en comparación a Roglic o López? Hagan cuentas y verán que el adolescente Pogacar (20 años) les ha sido sacando más tiempo según pasaban los metros, y no parece que Quintana, pese a la ayuda tan supuestamente decisiva de Soler, haya impuesto una distancia insalvable con respecto a sus rivales más próximos. ¿Es que acaso alguien pensaba viendo como iba subiendo Roglic (que se había quedado por una caída, no por falta de fuerzas), de atrás hacia delante, recogiendo cadáveres por el camino, hasta el punto de alcanzar al mismo Alejandro Valverde y dejándolo grogui sin capacidad ni siquiera para esprintar, y rezagar a Miguel Ángel López (que había sufrido previamente una caída, cuando él si había apostado por una estrategia valiente atacando a 18 kilómetros de la meta), se podría sentenciar la carrera a favor de Nairo Quintana, que lleva ya tres años siendo una apuesta baldía? Era tan sencillo como hacer el cálculo del tiempo invertido en los dos kilómetros anteriores para darse cuenta que el colombiano del Movistar no podría sacar una gran tajada y en cambio Marc Soler hubiera ganado una bellísima etapa. En mi opinión el Movistar no acertó con esa orden y todos aquellos que siguen insistiendo en negar que la ayuda de compañeros en montaña es muy relativa, infinitamente inferior a lo que es en el llano, lo tienen muy difícil para argumentar lo contrario: Pogacar ganó porque fue el más fuerte, de hecho en ningún momento tuvo a compañero alguno en momentos decisivos (el siguiente llegó a más de 32 minutos); los Movistar cedieron tiempo pese a ser mayoría, y los Astana, tampoco hasta el momento de la caída de López (nunca se sabrá lo que pudo haber conseguido), lograron dejar fuera de juego a ningún corredor importante en la general.
Si es que cuando lo fundamental es el rendimiento físico, lo más importante son las fuerzas y la gestión de las mismas, no el potencial del equipo.
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