Sé por propia experiencia que los ciclistas, sobre todo los jóvenes, pertenecen a ese exclusivo grupo que cumple sin pretenderlo con la frase que se le atribuye al sabio pensador chino Confucio: “elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar un solo día”. Por eso los problemas que se interponen en el difícil camino hacia los sueños se minimizan y cualquier obstáculo que se presente, se procura superarlo a base de trabajo, tenacidad, sacrificio y constancia, virtudes que están en el ADN de todo ciclista y que todos asimilan como única vía para el éxito. Cuanto más dura sea la tarea, mayor el sufrimiento, mejor, pues se espera que el resultado sea más gratificante, aunque a veces, ocurre justo lo contrario porque todo tiene unos límites y nunca es conveniente excederse.
En estos últimos días del año ya hay ciclistas que se están entrenando seis o siete horas (Philippe Gilbert, Richie Porte, Gorka Izagirre…), otros ya han realizado una primera concentración y vuelven a casa para pasar dos o tres días con la familia antes de volver a implicarse por completo en la fase de la preparación que les corresponde, y los hay incluso quienes se sacrificarán sin esa pertinente visita a sus lugares de origen para no perturbar sus entrenamientos. El neo estadounidense y Campeón del Mundo Junior Quinn Simmons (Trek-Segafredo) ha optado por quedarse en Mallorca anteponiendo los entrenamientos a las típicas celebraciones navideñas, un gesto que indica el nivel de implicación e ilusión que tienen los corredores jóvenes para llegar a lo más alto.
Sin embargo, estos mismos ejemplos también sirven para preguntarse si todo esto no es algo exagerado, si el ciclismo no se ha convertido en un deporte sin descanso en el que los protagonistas deben estar listos en cualquier época del año. Los ciclistas del pasado no lo entienden y muchos tampoco lo comparten. Ellos que aparcaban la bicicleta a finales de septiembre y no la volvían a utilizar hasta el nuevo año, y se presentaban en su primera carrera con, como mucho, unos 2.000 kilómetros, piensan que los métodos actuales son una barbaridad que lo único que provocarán es un acortamiento en su carreras profesionales por agotamiento físico, aunque luego los hechos lo contradicen porque hoy en día no es extraño ver corredores por encima de los 30 años con un nivel muy competitivo y con carreras de 15 temporadas a sus espaldas: Valverde, Nibali, Gilbert, Fuglsang, Froome, Van Avermaet, Porte, Erviti, Kiryienka, Pozzovivo, Burghardt, Luis León Sánchez, Nieve, Impey, Stybar…son algunos de los muchos ejemplos.
El problema es que uno es dueño de su destino solo en parte. Desde que algunos corredores apostaron por la especialización a mediados de los 80, provocaron una corriente que han tenido que imitar incluso aquellos que no lo pretendían. Si hay algún corredor o equipo que apuesta por un tipo de preparación y obtiene unos buenos resultados, quienes quieran mantenerse en la élite no tienen otro remedio que emularlo. Es lo que ha ocurrido con el entrenamiento en altitud, las pruebas aerodinámicas, la dietética, la telemetría, la biomecánica y el resto de factores implicados directamente en el rendimiento. Todo se ha llevado a un nivel de perfeccionamiento de tal calibre que no todos lo pueden soportar y el problema, más que físico, creo yo, puede ser psicológico. Hoy en día se corre mucho menos que en las décadas del siglo pasado, pero se entrena mucho más y con unas exigencias mayores.
No hay corredor que no realice dos o tres concentraciones en altitud a lo largo del año, las estancias fuera de casa se prolongan incluso más que en las vueltas grandes, lo que obliga a los corredores a una rutinas de trabajo al límite de lo soportable. Si estos esfuerzos vienen acompañados de éxitos, todo es más llevadero, pero si estos no llegan, los sueños se rompen y cada vez hay más corredores que se plantean muy seriamente si merece la pena tanto sacrificio. En las últimas temporadas se han dado casos muy llamativos de jóvenes promesas que frustrados ante la falta de resultados han decidido abandonar el ciclismo, y otros que buscan otras alternativas al World Tour para poder seguir disfrutando de la bicicleta. Creo que, en parte, (también influyen otros valores de las nuevas generaciones), es el precio que se está pagando por este ciclismo sin descanso y abusivo en muchos aspectos.
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