Mathieu Van der Poel ya tiene un nuevo título mundial, el cuarto, que le acredita como el mejor corredor de cyclo-cross del Mundo, algo que hace justicia a lo que se ha venido viendo durante toda la temporada en la que ha ganado diez carreras, el doble que su oponente, Wout Van Aert, que tampoco hubiera desmerecido el entorchado. Disputaron una carrera tan bella y tan dura como el propio escenario, la playa de Ostende, azotada duramente por las olas y el viento del norte. Las pedaladas que daban para evitar clavarse en la profunda arena, parecían zancadas de gigantes, que se abrían camino tambaleándose teniendo que hacer malabarismos ante diminutos oponentes que siempre se salían con la suya. Fue un escenario único para dos especialistas excelentes.
Pero la contienda no sólo fue física y técnica, también, o sobre todo, psicológica y táctica. No comenzó muy bien el futuro ganador. A Mathieu Van der Poel le gusta comandar las carreras, guiar el desafío sin que nadie se le suba a las barbas, y cuando puede, que es casi siempre, así ejecuta su jugada. Van Aert, por su parte, sabe que si se intercala en sus planes es posible que el holandés sufra un cortocircuito y se le apague la luz. Ha ocurrido en más de una ocasión, y esta vez también estuvo a punto. Un mínimo error del holandés en la arena le ofreció el puesto de privilegio al belga que apretó para presionar a su adversario, que poco después volvió a cometer otro fallo técnico y se fue al suelo abriendo un hueco peligroso entre los dos. Su nivel es tan parejo que cualquier percance o descuido puede resultar decisivo.
Van Aert tensó la cuerda y Van der Poel la aguantó y así siguieron hasta que la rueda delantera del belga comenzó a perder presión y tuvo que cambiar de bici (algo que previamente había hecho el holandés por rotura del sillín en la caída). Seguramente no fueron más de 12-15 segundos, pero la situación cambió por completo. En cabeza, Mathieu se sintió más cómodo y con mejores sensaciones saco a relucir todo su arsenal. Distribuyendo fuerza y técnica según exigía la situación, se mantenía al comando con firmeza ante la siempre peligrosa amenaza de Van Aert que, según reconoció el mismo tras la carrera, cometió el error de querer atrapar de inmediato a Van der Poel. Estos corredores van tan al límite y con tanta precisión durante la hora que dura la carrera, que cualquier sobre esfuerzo te puede hundir en la miseria como le ocurrió el domingo anterior en Overijse a Mathieu Van der Poel.
El belga estuvo a punto de atrapar al holandés, y de haberlo hecho seguramente se hubieran dado un respiro que hubiera puesto el contador de nuevo a cero, pero el Campeón del Mundo aguantó el envite y dejó la carrera sentenciada. Van Aert reventó y se vino abajo psicológicamente, hecho que le llevó a una dura autocrítica después de la carrera. Dijo que no supo imponerse a la adversidad.
Tengo la sensación de que cada vez Mathieu Van der Poel gana a Wout Van Aert o viceversa, se quitan un peso enorme de encima. Es como si cada domingo, o cada vez que se enfrentan en las carreras, hubiera en juego algo más que la victoria, una sensación que ya dura más de una década pero que ahora, en lo más alto de la élite, ha tomado una dimensión descomunal para disfrute y placer de los aficionados.
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