Una vez más, la Milán-San Remo ha demostrado que es una carrera única, auténtica en su desarrollo y su desenlace. Fácil y previsible en su guión pero sorprendente en su ejecución, abierta a muchas alternativas y ciclistas. De todas ellas, solo existe una única opción válida, que cambia cada año en base a un montón de circunstancias incontrolables. Depende mucho, cómo no, de los protagonistas y su comportamiento, pero también de la dirección del aire, de su fuerza, del tiempo, de la colocación, del ahorro energético realizado a lo largo de todo el día, de la técnica en la bajada del Poggio, de la visión del juego en los metros finales, de la gestión de los nervios y los miedos, de controlar la euforia y los adversarios. Hace falta coordinar y combinar todas esas características para salir triunfante del centrifugado que suponen los kilómetros más estresantes de toda la temporada. Y hay que hacerlo en tiempo récord, porque el concepto tiempo-espacio pierde sentido, la acción-reacción debe ser inmediata, sin ningún retardo. La duda, por pequeña que sea, puede desencadenar en un desastre, por eso es imprescindible tener una idea fija de lo que hay que hacer en el momento oportuno. Existen muchas formas para ganar la San Remo, pero hay que apostar por una de ellas, es imposible ganarla barajando diferentes opciones al mismo tiempo.
Si atacas en el Poggio, debes marcharte en solitario o formar un grupo muy reducido que te garantice llegar hasta la meta. Si no, eres hombre muerto. Una arrancada tan exigente te deja los depósitos energéticos tan vacíos que no eres capaz de repetirlo. Le ocurrió, creo, a Julian Alaphillipe, que no atacó con la convicción de los dos años anteriores, y el resultado tampoco fue idéntico. Esta vez no fue la apuesta ganadora.
Él, Wout Van Aert y Mathieu Van der Poel, son de los pocos corredores que pueden optar por más de una opción para intentar ganarla: ataque en el Poggio, en el llano o el esprint, pero deben escoger una, no es rentable intentarlas todas. Van Aert cayó en esa trampa y lo reconoció. Respondió como un rayo a Alaphilippe presumiendo que podría repetir lo del año anterior. Cerró algunos huecos en la bajada, y lo intentó con otros en el llano, sin darse cuenta que se estaba quedando sin gas para el esprint, opción al que le obligaron las circunstancias. Van Aert lo hace todo, y todo bien, pero repito, la San Remo te obliga a ser pragmático.
Creo que estuvieron más acertados Mathieu Van der Poel y Caleb Ewan, que una vez superado el Poggio, como se esperaba para el neerlandés y de forma brillante (segundo en el alto) para el australiano, aprovecharon el trabajo de los demás para intentar rematar la faena al final. Hay quien ha criticado a Ewan por excesivo conservadurismo. No estoy de acuerdo. Un esprinter debe siempre esperar su oportunidad, que son las distancias cortas, de lo contrario es prácticamente imposible que gane. Si hubiera relevado a Van Aert, es muy probable que hubiera desgastado su dinamita y era hombre perdido. Además el recuerdo de la primera etapa de la Tirreno (Van Aert le ganó en un esprint rápido y limpio) era demasiado reciente para cometer ese error. Apostó y perdió, pero jugó a ganador.
La San Remo siempre es una combinación de fuerza, astucia, técnica, visión, oportunismo, experiencia y suerte, y asociarlas en la medida adecuada solo está al alcance de los más grandes, estatus al que ya pertenece Jasper Stuyven, un gran corredor sin el justo reconocimiento. El belga se ha llevado tantos palos que ya no se permite soñar, se ha vuelto pragmático. Sabía que en ese grupo hubiera cruzado la meta en tercer, cuarto, quinto o séptimo lugar, puestos que abundan en su palmarés. Pero no estaba dispuesto a conformase con eso. Apostó por su única opción, las sorpresa. En cuando se movió, libre de marcaje, abrió un hueco importante pero no decisivo hasta que otro ciclista de sus mismas cualidades, Soren Kragh Andersen, enlazó con él y le permitió dos cosas: mantener el espacio suficiente para con los perseguidores, y ofrecerle el suficiente respiro para permitirle realizar el esprint que le ha dado la victoria más maravillosa de su carrera deportiva.
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