En los pocos casos que Tadej Pogacar no gana, siempre está muy cerca de la victoria, característica que comparte con su compatriota Primoz Roglic, los dos corredores que están dominando las vueltas por etapas en las dos últimas temporadas. Desde la Itzulia de 2018 el peor puesto que ha obtenido Roglic en una vuelta por etapas que haya finalizado sin percances (en la Dauphiné de 2020 y en la París-Niza de este año tuvo sendas caídas que no le permitieron subir a lo más alto del podium) ha sido el cuarto puesto del Tour de Francia de 2019. Desde la Vuelta al Algarve de 2019 (febrero) el puesto más bajo que ha ocupado Pogacar en una clasificación ha sido el sexto puesto de la Itzulia del 2019. Y ambos se han llevado, además, las dos últimas Liege-Bastogne-Liege que se han disputado.
Pero entre los dos corredores que están dominado el panorama de las vueltas, diría que existe una gran diferencia: la preparación. Es sabido que Roglic es seguramente el ciclista más perfeccionista que existe, un corredor que no se permite a sí mismo casi ni disfrutar las grandes victorias que cosecha. Esté año nada más finalizar la Itzulia que ganó, se metió 3 horas de coche para levantarse antes de las 7:00 de la mañana siguiente y estar reconociendo a las 7:30 una de las dos cronos del próximo Tour de Francia. Acto seguido se trasladó a otros casi 500 kilómetros de distancia para hacer lo mismo con la otra crono. Además de las concentraciones que realiza en altitud durante la temporada (dos o tres por año) en invierno también estuvo en Tignes pasando parte de sus vacaciones para aprovechar los beneficios que ofrece en el organismo un entorno bajo en oxigeno. Dicen que sigue a rajatabla los consejos que le ofrece el nuevo gurú de la nutrición ciclista Asker Jeukendrup, y lo mismo hace con los entrenamientos y demás cuidados que necesita para ser el número uno del ranking de la UCI en los dos últimos años.
De Tadej Pogacar no ha transcendido tanta información, aunque es evidente que seguirá unas pautas similares. Sin embargo, me declinó por pensar que el joven esloveno no ajusta tanto los detalles como su compatriota más veterano, no parece extremar al máximo todos los elementos que conlleva el rendimiento, se diría que su condición es más natural, algo más genético. Además es un ciclista que a simple vista lleva a engaño. Su aspecto físico no trasmite ninguno de los detalles que oculta bajo esa carrocería de apariencia enclenque. No es un ciclista con porte, estilo o planta, sino todo lo contrario. Se asemeja más a los ciclistas encorvados del siglo pasado, que a los estilosos de hoy en día. No parece tener motor y gana las vueltas grandes más exigentes. No es ni aerodinámico ni posee una técnica depurada, pero contrarrelojea casi como los más grandes especialistas. No parece rápido pero es capaz de batir al esprint a Alaphilippe o a Roglic. Y es evidente que no es flor de un día, porque ya lleva dos años completos a un nivel no solo estable, sino en clara progresión, algo que debe preocupar mucho a sus adversarios porque Pogacar ha convertido la victoria en una norma que cumple cada vez que monta en bicicleta.
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