En cuanto supo que su gesto de corte de mangas realizado a Sonny Colbrelli, nuevo Campeón de Europa, lo vio todo aquel que estuviera presenciando la carrera disputada en Trento, Remco Evenepoel no tardó en declarar que nada tenía que reprochar al nuevo campeón, que, según dijo, había estado muy fuerte y era, remarcó, el justo vencedor. En media hora, pasó de un extremo al otro: de la mala educación a una extrema cortesía, porque ni es de recibo realizar un corte de mangas a nadie, pero, en mi opinión, tampoco Colbrelli ganó en buena lid. El más fuerte y quién más trabajó para ganarlo, fue, para mí, el belga; quien más sufrió y el más astuto, el italiano, que se llevó el gato al agua por cuarta vez consecutiva para su país.
Hay cosas que no llego a entender de algunos ciclistas profesionales, porque, se supone, que son lecciones de primero de ciclismo. Es probable que por la meteórica y particular carrera que lleva Evenepoel, se haya perdido enseñanzas que se asimilan desde pequeño y no se deben abandonar nunca en la competición. Es verdad que Evenepoel lleva prácticamente toda su corta pero exitosa carrera corriendo en solitario, porque apenas nadie puede seguirle en cuanto arranca la moto, y no ha tenido la necesidad de ejercitarse en el análisis de sus posibles adversarios. Se pone a tope y revienta al más pintado, es la firma de su modus operandi. Pero en el Campeonato de Europa de Trento se pasó cuatro pueblos, y, además, ni el seleccionador le advirtió del peligro que corría, cosa muy extraña a no ser que des por bueno la plata.
Atacó a unos 25 kilómetros para la meta y solo dos corredores tuvieron agallas para seguirlo: Colbrelli, el principal favorito, y Benoit Cosnefroy, otro que no es precisamente cojo (había ganado dos carreras la semana anterior). Puso su elevadísimo ritmo de crucero y al poco había perdido al cliente más flojo: el francés. Con el italiano, en un momento de forma que nunca ha tenido (ganó una etapa y el Tour de Benelux la semana anterior), no pudo hacer lo mismo. Por tanto, era evidente que había que cambiar de estrategia porque Colbrelli es manifiestamente más rápido que Evenepoel. Pues nada, siguió ensimismado en su crono particular con un francotirador sentado en su sofá.
Es de sobra sabido que la primera misión de cualquier escapada, es garantizar la victoria para alguno de los integrantes de la misma. Ese requisito ya estaba cumplido, porque la ventaja que tenían a falta de 10 kilómetros rondaba el minuto e iba en aumento. La segunda, es poner los medios para que el triunfo caiga del lado de uno mismo. Ahí estuvo torpe Evenepoel. Fruto del lógico enfado por la ausencia de relevos por parte del italiano, hizo un par de ademanes para que pasara, pero el transalpino seguía en sus trece a excepción de unas tres o cuatro veces que se pasó por la cabeza por vergüenza torera, que en ocasiones rozó el bochorno por todo lo que se aprovechó del trabajo del joven prodigio.
Estaba claro que con ese proceder Evenepoel jamás podría ganar y cuando no tienes nada que rascar te puedes arriesgar a perderlo todo. Además era Colbrelli quién más tenía en juego. Era el favorito, corría en casa y en caso de que llegaran más corredores por detrás su victoria podría correr peligro. Yo creo que en ese tramo final Evenepoel debió pasar toda la responsabilidad al italiano, tenía que presionarlo, hacerle dudar, provocarlo, entrar en un juego psicológico para que cometiera algún error y coserlo a ataques que le permitieran coger 50 metros que podrían ser decisivos. Ojo! En ningún caso hubiera sido fácil, ni quizás posible batir a un corredor con ese momento de plenitud, pero la obligación de cada uno es poner todos los medios posibles para alcanzar el objetivo. Evenepoel no lo hizo. Quedó patente que uno era novato en el género de la picaresca y el otro todo un maestro.
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